Nació en Cantalpino (Salamanca), en el seno de una familia campesina muy pobre. Desde muy pequeña acompañó a su padre, en los momentos de escasez, a pedir limosna por los pueblos de los alrededores. Tuvo que dejar la escuela y ponerse a trabajar para ayudar a su familia, cuidando a otros niños. A los 12 años se fue a Salamanca con una hermana y se puso a trabajar como niñera. Trabajó también en el servicio doméstico de las Hijas de María Auxiliadora. Aquí sintió la vocación religiosa pero no se atrevió a pedirlo a las religiosas porque se creía indigna por su pobreza, pero dos años más tarde en 1924 consiguió ingresar como religiosa salesiana.
Desempeñó su apostolado en Valverde del Camino una pequeña ciudad situada en la zona minera de Andalucía en los confines con Portugal. Las niñas del colegio no la acogieron bien porque era pequeña, pálida, no era guapa, las manos gruesas y además un nombre feo. Aquí trabajó en la cocina, la portería, la lavandería, en el cuidado del pequeño huerto y en la asistencia de las niñas del oratorio festivo, a las que contaba vida de santos y que las impresionaron mucho. Tuvo una gran devoción a la Eucaristía y a María, y como santa Faustina Kowalska tuvo una gran devoción por el Amor misericordioso.
En 1931, al prever la guerra civil española, se ofreció como víctima al Señor, que la llamó después de una larga enfermedad en Valverde del Camino; comenzó a sufrir asma en condiciones intolerables, además de otros males que los ofreció por España. Tuvo varias visiones proféticas como el martirio de su superiora, la beata María del Carmen Moreno Benítez. Cuando murió en Valverde, toda la población asistió al entierro, repitiendo: “Ha muerto una santa”. Fue beatificada el 25 de abril de 2004 por Juan Pablo II.
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