(Constancia, Constantina). Perseverancia.
Exuperia. Sobresaliente.
En el siglo XVI, durante los trabajos de reconstrucción de la basílica eusebiana de Vercelli, fue extraida una lápida en la que había escrita un elogio métrico de dos monjas allí sepultadas, de nombre Constanza y Exuperia, que gozaban de una grata quietud en la paz de la muerte. El elogio las honra como santas religiosas y recuerda que ambas tuvieron la sagrada velación del hermano Constanzo, obispo de Vercelli.
Aceptando la identificación, se puede decir que Constanza y Exuperia vivieron en la primera mitad del siglo VI. Formaron parte del monasterio femenino instituido por el proto-obispo san Eusebio que confió a su hermana santa Eusebia.
El elogio métrico decía que gozaban de “una grata quietud en la paz de la muerte. Vivieron construmbres semejantes y en la profesión monástica, modestas en los actos. Como un solo recinto sagrado había sido su estancia en la vida, así como un sólo sepulcro las acogía en la muerte, como en los sagrados restos de las hermanas. Conservaron la castidad sea espiritualmente como físicamente y, por lo cual su mérito, cualquiera profese la fe y la verdadera doctrina, es cierto que ellas viven en la luz de la vida eterna”. Estas enérgicas afirmaciones se atribuyen al obispo poeta san Flaviano, sucesor de Constanzo en la cátedra vecellese, pueden considerarse testimonio elocuente en favor de la santidad de Exuperia y su hermana. Actualmente ninguna de las dos hermanas aparecen en el “Calendario Litúrgico” de la archidiócesis de Vercelli.
El calendario eusebiano conmemora a una santa vírgen de nombre Constanza: se puede pensar que se trata de la hermana del obispo, y el por qué no se hace mención de Exuperia, posiblemente sea porque Constanza resplandeció en santidad con repecto a su hermana. No aparecen conmemoradas en ningún calendario antiguo.
En esta misma fecha se celebra una santa que ha dado su nombre a la iglesia de Santa Constancia de Roma que es en realidad Constantina, hermana del emperador Constantino. Según la leyenda, el general Galicano exigió del emperador Constantino la mano de su hija Constancia en premio de los muchos servicios prestados. Pero Constancia, había hecho voto de virginidad, cuando fue curada milagrosamente en el sepulcro de santa Inés. Convenció a su padre para que dos sirvientes cristianos acompañaran al jefe del ejército a la guerra inminente contra los escitas. Fue derrotado pero una visión que le instaba a convertirse al cristianismo, y a vencer al general escita, hizo que, después de la victoria, se convirtiera y renunciara a sus pretensiones matrimoniales, retirándose a un monasterio en Egipto. Constancia se hizo cargo de sus hijas Ática y Artemia y se retiró con ellas a un monasterio, muriendo en el 346. Su culto ha sido suprimido del calendario romano.
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