13 de diciembre de 2014

Santos PEDRO CHO HWA-SO y 5 compañeros. M. 1866.


Martirologio Romano: En el territorio de Tiyen-Tiyou, Corea, santos Pedro Cho Hwa-so, padre de familia, y cinco compañeros, mártires, que, aunque fueron tentados por el mandarín con promesas y torturas para que renegaran de la religión cristiana, resistieron hasta la decapitación

Sus nombres son: Pedro Yi Myong-so y Bartolomé Chog Mun-ho, padres de familia; Pedro Son Son-ji, padre de familia y catequista; José Pedro Han Chaekwon, que fue catequista; y Pedro Chong Won-ji, adolescente.  
Estos seis mártires coreanos confesaron intrépidamente su fe, fueron lisonjeados con la vida y la libertad y otras ventajas si apostataban, fueron atormentados al negarse a hacerlo y finalmente fueron decapitados en Tiyen-Tiyou el 13 de diciembre de 1866. Fueron canonizados el 6 de mayo de 1984 en Seúl por el papa Juan Pablo II. Estos son sus datos personales:

Pedro Cho Hwa-so nace en la provincia coreana de Kyonggi en 1815, hijo de Andrés Cho, que moriría mártir en 1839. Llegado a la edad adulta, ayudó primero al sacerdote Tomás Choe Yang-Op, pero luego se estableció en Songju Dong, donde vivían muchos cristianos, y con ellos formó una comunidad. Contrajo matrimonio con Magdalena Han, una piadosa cristiana, y tuvo con ella un hijo, san José Cho Yun-Ho, que también moriría mártir, pero ella murió pronto y Pedro perseveró en su soledad un tiempo pero luego, aconsejado por los fieles, volvió a casarse con otra cristiana, Susana Kim. 
Su trabajo catequístico era muy fructífero. Pero llegó la persecución y el 5 de diciembre de 1866 fue arrestado. Le pidió a su hijo que se escapara pero el hijo se negó a hacerlo. Se negó a revelar los nombres de los demás fieles y por ello él y su hijo sufrieron todo tipo de malos tratamientos e insultos. Lo tuvieron en una tienda detenido mientras arrestaban a los demás mártires, y animó a su hijo para que perseverara en la fe pese a todas las amenazas. Llevado a la cárcel, consoló a los demás presos y dedicó el resto de su tiempo a la oración, soportando las torturas con el pensamiento puesto en los dolores de Cristo en su pasión. Finalmente fue condenado a muerte. Ante la muerte conservó su rostro sereno, se santiguó y ofreció su cuello al verdugo, que, extrañado de su paz, le preguntó si estaba loco. A lo que respondió el mártir que si él fuera creyente abordaría la muerte de la misma manera.

Pedro Yi Myong-so había nacido en 1821 en la provincia de Chungchong en una familia católica. En una de las persecuciones perdió todas sus propiedades y a punto estuvo de perder la vida. Debió entonces dejar su pueblo y su familia e irse a vivir a otra zona, terminando por establecerse en Songji Dong, donde abundaban los católicos. Logró recuperar su buen estado económico y hacerse granjero, viviendo confortablemente y llegando a conocer a sus nietos. Piadoso, caritativo y honesto, se granjeó el aprecio de todos. Colaboraba con gran celo en la obra evangelizadora y afirmaba que había que hacerse fuerte ante la perspectiva del martirio. Estaba enfermo y tenía pocas fuerzas físicas. Era muy amigo de san Pedro Cho Hwa-So, y se animaban mutuamente en el camino de la fe. 
La policía le propuso una noche que huyera. Él cayó en la trampa y preparó todo para huir, pero la policía que le esperaba le arrestó. Manifestó su fe y su perseverancia con gran energía y fue torturado hasta perder el conocimiento, pero ni apostató ni reveló los nombres de los otros cristianos.

Bartolomé Chong Mun-ho había nacido en Imchom, provincia de Chungchong, en 1802. Fue jefe de su pueblo y participó en el gobierno de la provincia antes de ser cristiano, pero conoció el cristianismo y se bautizó. Por ser cristiano la gente de su pueblo lo rodeó de hostilidad hasta el punto de decidir él cambiar de vecindad e irse a vivir a Shinügol. Culto, distinguido, delicado de trato, no hacía distinción entre católicos y paganos a la hora de darles a todos un trato igualitario, afectuoso y correcto. Mucha gente le consultaba sus cosas e incluso gentes de otros pueblos venían a hablar con él. En su trato con la gente él de forma prudente y sin imposiciones dejaba caer la semilla de la palabra de Dios. Cuando alguien se mostraba interesado, él le transmitía con mucho amor la doctrina cristiana. 
Una noche fue arrestado, junto con otros creyentes, estando él mal de salud. Enviado al día siguiente a Chonju, fue interrogado y a causa de su debilidad estuvo a punto de sucumbir pero su amigo lo sostuvo. Aguantó las torturas y no apostató. Se le ofrecieron ventajas y puestos, pero conservó hasta su ejecución una conducta ejemplar y un ánimo sereno ante el verdugo.

Pedro Son Son-ji había nacido en Koindol en Imchom, provincia de Chungchong. Cuando la persecución de 1839 dejó su pueblo y se fue a vivir en Shinügol. Había nacido en una familia distinguida, educado cristianamente y bautizado en la adolescencia. Muy erudito en doctrina cristiana, era muy estimado en la comunidad católica y se le confió el encargo de catequista, gozando de la confianza del santo padre Chastan. Casado y con dos hijos, era un padre ejemplar, y en la calle y en la casa era manso, amable y afectuoso. No solamente trabajó en un pueblo sino en varios más como evangelizador. 
Avisado de que volvía la persecución, no perdió la calma, y fue arrestado por la policía. Perseveró en la fe, y así se lo dijo también la policía a su madre, que intercedía por él. Enviado a Chonju e interrogado, confesó la fe y aguantó las torturas en las que le fue fracturado un brazo. Llegado al lugar de la ejecución, regaló sus ropas a los verdugos y exclamó: «Oh Señor, gracias por darme una tan gran bendición». Miró al cielo. Invocó a Jesús y a María y de dos tajos fue decapitado.

José Pedro Han Chae-kwon nace en 1836 en Chinjam, provincia de Chungchong, hijo de una católica, pero siendo pagano el resto de su familia. Al tiempo de su martirio se ganaba la vida como empleado de la administración en la ciudad de Chongyang. Era amable, servicial y bondadoso. Casado y con hijos, se portaba en todo como un verdadero cristiano, muy activo en la comunidad, de la que era catequista. Propagó el evangelio por los pueblos de la cercanía. Tenía mucha caridad con los pobres, al extremo de darle a uno de ellos su abrigo en invierno y pasar él mucho frío. Se llevaba magníficamente con su esposa, unidos ambos en el amor y la fe religiosa. 
Arrestado el 3 de diciembre de 1866, se le ofreció la libertad si apostataba, y su padre hizo cuanto pudo por que apostatara y salvara su vida. La tenaz insistencia de su padre no consiguió nada de él ni las torturas tampoco. Su propia familia le escribió que estaba en peligro de muerte por causa de él, pero no por ello apostató sino que afrontó con valentía la muerte por Cristo a los 30 años de edad.

Pedro Chong Won-ji había nacido en Chinjam, provincia de Chungchong, en 1846, en una familia cristiana. Su padre al poco murió mártir y su madre murió cuando él era niño, de modo que muy pronto se vio solo, y anduvo de un sitio a otro. Por fin recaló en Songji Dong en Chonju. Era un chico creyente, bueno, respetuoso y trabajador. San Pedro Cho Hwa-So lo recogió en su casa, y se hizo muy amigo del hijo de su bienhechor, Yun-ho, que era casi de su misma edad. Contrajo matrimonio con una chica católica y con ella rezaba cada día las oraciones. Trataba a san Pedro Cho Hwa-So como a un verdadero padre. Con su hermano mayor trabajaba en una granja. 
Cuando se empezó a hablar de que iba a haber una nueva persecución, él le dijo a su esposa que estaba dispuesto a ser mártir. Cuando la policía irrumpió en la casa y arresto a san Pedro Cho Hwa-So, él huyó las montañas pero al día siguiente volvió. Lo encontró la policía y cuando ésta le preguntó si era católico dijo que no, pero aún así fue arrestado y llevado a la calle principal donde estaban los otros cristianos arrestados. Volvieron a preguntarle si era católico y él, pensando en su joven esposa, volvió a decir que no. Pero Pedro Cho Hwa-So le animó a que confesara su fe y entonces el joven dijo claramente a la policía que él sí era católico. A la policía le dio lástima de su juventud y le dijeron que siguiera negando su fe y sería libre pero él estaba ya decidido a seguir confesando la fe. Llevado a Chonju con los demás, volvió a titubear y otros se sintieron también en duda, pero san Pedro Cho Hwa-So los consoló y animó y juntos pidieron fuerza al Señor. Ante el magistrado recordó que era hijo de un mártir y confesó la fe. Pidió que no le atormentaran más sino que lo mataran ya. Fue decapitado con los demás mártires.

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