Martirologio Romano: En el territorio de Tiyen-Tiyou, Corea, santos Pedro Cho Hwa-so, padre de familia, y cinco compañeros, mártires, que, aunque fueron tentados por el mandarín con promesas y torturas para que renegaran de la religión cristiana, resistieron hasta la decapitación.
Sus nombres son: Pedro Yi Myong-so y Bartolomé Chog Mun-ho, padres de familia; Pedro Son Son-ji, padre de familia y catequista; José Pedro Han Chaekwon, que fue catequista; y Pedro Chong Won-ji, adolescente.
Estos seis mártires coreanos confesaron intrépidamente su fe, fueron lisonjeados con la vida y la libertad y otras ventajas si apostataban, fueron atormentados al negarse a hacerlo y finalmente fueron decapitados en Tiyen-Tiyou el 13 de diciembre de 1866. Fueron canonizados el 6 de mayo de 1984 en Seúl por el papa Juan Pablo II. Estos son sus datos personales:

Su trabajo catequístico era muy fructífero. Pero llegó la persecución y el 5 de diciembre de 1866 fue arrestado. Le pidió a su hijo que se escapara pero el hijo se negó a hacerlo. Se negó a revelar los nombres de los demás fieles y por ello él y su hijo sufrieron todo tipo de malos tratamientos e insultos. Lo tuvieron en una tienda detenido mientras arrestaban a los demás mártires, y animó a su hijo para que perseverara en la fe pese a todas las amenazas. Llevado a la cárcel, consoló a los demás presos y dedicó el resto de su tiempo a la oración, soportando las torturas con el pensamiento puesto en los dolores de Cristo en su pasión. Finalmente fue condenado a muerte. Ante la muerte conservó su rostro sereno, se santiguó y ofreció su cuello al verdugo, que, extrañado de su paz, le preguntó si estaba loco. A lo que respondió el mártir que si él fuera creyente abordaría la muerte de la misma manera.

La policía le propuso una noche que huyera. Él cayó en la trampa y preparó todo para huir, pero la policía que le esperaba le arrestó. Manifestó su fe y su perseverancia con gran energía y fue torturado hasta perder el conocimiento, pero ni apostató ni reveló los nombres de los otros cristianos.

Una noche fue arrestado, junto con otros creyentes, estando él mal de salud. Enviado al día siguiente a Chonju, fue interrogado y a causa de su debilidad estuvo a punto de sucumbir pero su amigo lo sostuvo. Aguantó las torturas y no apostató. Se le ofrecieron ventajas y puestos, pero conservó hasta su ejecución una conducta ejemplar y un ánimo sereno ante el verdugo.

Avisado de que volvía la persecución, no perdió la calma, y fue arrestado por la policía. Perseveró en la fe, y así se lo dijo también la policía a su madre, que intercedía por él. Enviado a Chonju e interrogado, confesó la fe y aguantó las torturas en las que le fue fracturado un brazo. Llegado al lugar de la ejecución, regaló sus ropas a los verdugos y exclamó: «Oh Señor, gracias por darme una tan gran bendición». Miró al cielo. Invocó a Jesús y a María y de dos tajos fue decapitado.

Arrestado el 3 de diciembre de 1866, se le ofreció la libertad si apostataba, y su padre hizo cuanto pudo por que apostatara y salvara su vida. La tenaz insistencia de su padre no consiguió nada de él ni las torturas tampoco. Su propia familia le escribió que estaba en peligro de muerte por causa de él, pero no por ello apostató sino que afrontó con valentía la muerte por Cristo a los 30 años de edad.

Cuando se empezó a hablar de que iba a haber una nueva persecución, él le dijo a su esposa que estaba dispuesto a ser mártir. Cuando la policía irrumpió en la casa y arresto a san Pedro Cho Hwa-So, él huyó las montañas pero al día siguiente volvió. Lo encontró la policía y cuando ésta le preguntó si era católico dijo que no, pero aún así fue arrestado y llevado a la calle principal donde estaban los otros cristianos arrestados. Volvieron a preguntarle si era católico y él, pensando en su joven esposa, volvió a decir que no. Pero Pedro Cho Hwa-So le animó a que confesara su fe y entonces el joven dijo claramente a la policía que él sí era católico. A la policía le dio lástima de su juventud y le dijeron que siguiera negando su fe y sería libre pero él estaba ya decidido a seguir confesando la fe. Llevado a Chonju con los demás, volvió a titubear y otros se sintieron también en duda, pero san Pedro Cho Hwa-So los consoló y animó y juntos pidieron fuerza al Señor. Ante el magistrado recordó que era hijo de un mártir y confesó la fe. Pidió que no le atormentaran más sino que lo mataran ya. Fue decapitado con los demás mártires.
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