18 de octubre de 2014

San ISAAC YOGUES. (1607 - 1646/9).



Martirologio Romano: En la aldea de Ossenenon, en el territorio de Canadá, martirio de san Isaac Yogues, presbítero de la Compañía de Jesús y mártir, que fue convertido en esclavo por los indígenas, los cuales le cortaron los dedos, hasta quele abrieron la cabeza a hachazos. Su memoria se celebra el día 19 de octubre

Natural de Orleans. Jesuita. Fue profesor del colegio de Rouen. Marchó como misionero al Canadá en 1634. Estuvo trabajando entre los hurones con el Padre Juan de Brébeuf, pero enfermó de viruela, y causó una epidemia en el poblado, que hizo que los hechiceros los acusaran de que el bautismo era el causante de la muerte de los hurones, pero curó y las aguas de la persecución volvieron a su cauce. 
Marchó a evangelizar con el Padre Gabriel de Lalemant entre los indios siux y en 1642, una banda de iroqueses cayó sobre ellos y los condujeron a la aldea de Ossernenon, hoy Auriesville, estado de Nueva York. Yogues había estado pidiendo la gracia del martirio: los iroqueses le golpearon despiadadamente con palos y barras de hierro, le arrancaron la barba y las uñas, le machacaron las puntas de los dedos, le cortaron el pulgar de la mano derecha. El joven sacerdote Renato Goupil murió de tres hachazos. Yogues estuvo 13 meses empleado como esclavo hasta que huyó a Nueva Orleans (hoy Nueva York) 
Fue el primer sacerdote católico que pisó Nueva York y allí los holandeses calvinistas le recibieron como a un mártir. Regresó a Francia y una ola de admiración le hizo la figura más prestigiosa de la cristiandad. Pero su corazón seguía en Canadá y regresó en 1644. Durante una expedición de abastecimiento a Québec fue capturado junto con Juan de la Lande y unos pocos hurones y después de un terrorífico martirio, en el que le cortaron las manos, que se comieron delante de él, al día siguiente cuando volvía a su choza se le partió la cabeza de un hachazo. Luego fue decapitado y la cabeza colocada en un poste, incluso llegaron a comerse su corazón, pero no por odio, sino por la admiración que despertó en ellos su valentía ante el tormento. "Señor dame de beber abundantemente el cáliz de tu Pasión" había sido siempre su intima plegaria. 

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