Juliana nació en El Barco de Ávila (Ávila, España). La Congregación de "Franciscanas Misioneras de la Madre del Divino Pastor", fundada por la beata María Ana Mogas y Fontcuberta, se instaló en el año 1900 en El Barco de Ávila, regentando un colegio para la educación de la niñez y juventud, y atendiendo, con preferencia, a los más necesitados, según el estilo y carisma de su Fundadora. Juliana, sin duda, tuvo conocimiento y trato con las religiosas que allí fueron a ejercer su apostolado, y los contactos que a nivel humano y espiritual mantuvo con ellas, le ayudaron en su decisión vocacional.
Inició el noviciado en la Casa General del Instituto, calle Santa Engracia 140, en Madrid, el 18 de febrero de 1903. En esa ceremonia era costumbre en el Instituto cambiar el nombre de bautismo por el de religión, con el que sería nombrada y conocida en adelante. Juliana recibe el nombre de Hna. Asumpta. Realizó su profesión temporal en 1905 en la Casa Madre y pronunció sus votos perpetuos en 1910 en la casa que el Instituto tiene en La Coruña.
Junto con la Hna. Asunción, la Hna. Asumpta fue a fundar el Colegio de Arenas de San Pedro y allí permaneció tres años como profesora de labores. Destinada a la Casa General, desempeñó el oficio de sacristana. Quienes la conocieron personalmente coinciden en resaltar su exactitud en el deber, su capacidad de sacrificio por un gran ideal, sus valores espirituales, acentuando su intimidad con Cristo.
Fidelísima a la Congregación y a las consignas recibidas de sus superiores, en la persecución religiosa, se refugia en una casa de la calle Barquillo de Madrid junto con la entonces Superiora General, Madre María de las Victorias Lage. De allí, en un intento por salvar los depósitos de las dotes y el escaso capital de la Congregación, sale por encargo de dicha Madre para llevar estos valores a una embajada, es detenida por los milicianos y encerrada en la checa de Fomento.
Testigo de sus días de prisión es la entonces Superiora Provincial de las Escolapias, también encarcelada; de ella son estas palabras: «Tanto me ha maravillado la manera de conducirse sor Asumpta, su espíritu de fortaleza ante el sacrificio y ese amor tan entrañable a la Congregación lleno de respeto para los Superiores e Instituto, que en mis ratos de conversación con mis religiosas se lo describo». Edificante en su cautiverio, no piensa en la suerte que correrá su persona, sufre porque la Congregación se ha quedado despojada de lo poco que tenía, mas luego la luz se hace en su alma y encuentra algo de más valor que ofrecer: su propia vida. La religiosa escolapia, antes citada, se admira de la entereza con que nuestra Hermana espera la sentencia de muerte.
Su detención ocurre sobre el 28 de octubre de 1936, y su martirio, quizá, no mucho tiempo después; no sabemos dónde ni cómo... tampoco el lugar de su tumba... sólo sabemos que su vida y gloriosa muerte han dejado una estela que habla de fidelidad a un ideal, a un AMOR. Fue beatificada por el papa Francisco el 13 de octubre de 2013.
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