10 de septiembre de 2014

Santos NEMESIANO, FÉLIX, LUCIO, otro FÉLIX, LITEO, POLIANO, VÍCTOR, JADERES y DATIVO. M. 257.


Martirologio Romano: Conmemoración de los santos Nemesiano y compañeros, Félix, Lucio, otro Félix, Liteo, Poliano, Víctor, Jaderes y Dativo, que, obispos, sacerdotes y diáconos, cuando comenzó la feroz persecución perpetrada en África durante el imperio de Valeriano y Galieno, fueron por su fe en Cristo primero cruelmente azotados y después atados en los cepos y destinados a las minas, donde san Cipriano con sus cartas los exhortaba a soportar con firmeza la prisión y a guardar los preceptos del Señor

Anfiteatro en Numidia
Durante persecución, en 257, bajo el imperio de Valeriano, san Cipriano, obispo de Cartago, fue desterrado a Curubis. Al mismo tiempo, el gobernador de Numidia procedió con severidad primero y luego con crueldad, contra los cristianos; a muchos los sometió a la tortura y después a una muerte espantosa, a otros los mandó a trabajar en las minas de sal y de azufre, lo que equivalía a lo mismo, pero con mayor lentitud. De entre aquel ejército de santos, el gobernador hacía comparecer periódicamente ante él a uno u otro para someterlo de nuevo a los tormentos y matarlo con indescriptible brutalidad, mientras el resto continuaba en el martirio del hambre, la desnudez, la suciedad, el agotamiento por las penurias y el duro trabajo, las diarias palizas, los azotes, los palos y los insultos.
Desde su destierro, san Cipriano escribía a aquellos cristianos que sufrían por su fe, para consolarlos y alentarlos. Aquéllos a quienes iban dirigidas las nobles misivas, expresaron su agradecimiento a san Cipriano por intermedio de su jefe, el obispo Nemesiano. Le decían que sus epístolas les aliviaban el dolor de los golpes y endulzaban las amarguras de sus sufrimientos, les inmunizaban contra la hediondez, la suciedad y la prisión. Le aseguraban que él mismo, por haber confesado gloriosamente la fe en el tribunal del procónsul y por haber sufrido antes que ellos en el destierro, había animado a todos los soldados de Dios para servirlo. Para terminar, le pedían sus oraciones y le decían: «Ayúdemonos unos a otros con nuestras plegarias a fin de que Dios y su Hijo Jesucristo y todo el coro de los ángeles nos den su ayuda cuando mayor necesidad tengamos de ella». 
Ese glorioso conjunto de mártires es el que conmemora en el día de hoy el Martirologio Romano; hubo varios obispos, pero también sufrieron, como lo dice san Cipriano, sacerdotes, diáconos y clérigos menores, así como laicos de todas las edades y condiciones. 

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