Juana de Saboya, nació en Saboya y era hija del conde Amadeo V y María de Brabante. A los 18 años fue enviada a la corte de Constantinopla para casarse con el emperador Andrónico III Paleólogo, sellando así la alianza entre Bizancio y las potencias gibelinas de Italia septentrional. Debido a ello tuvo que convertirse a la fe ortodoxa, cambiando su nombre de Juana a Ana.
Vivió con su marido durante 16 años, hasta que éste murió en 1341 y ella asumió la regencia en nombre de su hijo Juan V, embarcándose en una lucha contra Juan Cantacuceno para que aceptase a su hijo como el legítimo emperador. Llegaron a un acuerdo entre las dos partes, en la que ella tuvo que abandonar la regencia, en favor del gobierno conjunto de su hijo Juan y el otro Juan.
Pero esto no significó la retirada de la escena política de la emperatriz, ya que se le concedió el gobierno de la ciudad de Tesalónica desde donde trabajó por los legítimos derechos de su hijo, cosa que consiguió con la retirada de su rival en 1354. Su gobierno en la capital macedonia le granjearon la admiración de los bizantinos.
Aunque nació católica, apreció y se adaptó a la fe de sus subditos y favoreció la doctrina de san Gregorio Palamas. Al final de su vida, renunció al mundo y vistió el hábito monástico en la ciudad de Tesalónica, muriendo como una monja más. Junto con su marido san Andrónico III, fundó el monasterio de la Transfiguración, que todavía hoy celebra su festividad.
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