Nació en Reims, en el seno de una noble familia. Estudió en la escuela episcopal de Lieja, y luego en Sajonia. Fue director de la escuela de la catedral de Halberstadt. Ingresó como monje en la abadía benedictina de Fécamp en Normandía. Parece que, después de algún tiempo, pidió a su abad permiso para llevar una vida eremítica y se marchó a Italia para aislarse, donde se dedicó a la oración y al trabajo manual; le acompañó el monje Gerberto, que más tarde sería oblato de Saint-Wandrille.
La fama de su virtud llegó a oídos del marqués Bonifacio, que ordenó a Maurilo que asumiera el cargo de abad de Santa María en Florencia, pero los monjes, descontentos del rigor del nuevo abad, quisieron envenenarlo, Maurilio, acompañado de Gerberto, regresó a Fécamp.
En el 1055, el duque de Normandía, Guillermo el Conquistador, depuso a Maugero, arzobispo de Rouen, por cuestiones políticas y religiosas, e hizo nombrar en su puesto al monje Maurilio, demostrando así querer colaborar en la reforma de clero, que era un problema grave en el siglo XI.
El mismo año reunió un concilio y otro más tarde en Caen. Estos concilios fueron convocados principalmente contra el matrimonio de los presbíteros; junto al duque Guillermo, tuvo una asamblea, eclesiástica y laica al mismo tiempo, para imponer “la tregua de Dios”, institución medieval, creada por la Iglesia para imponer periodos de paz entre las familias, Concejos, señores feudales, en lucha entre ellos; y para organizar la lucha contra el bandolerismo. Fue uno de los más importantes eclesiásticos de su tiempo y escribió contra Berengario. Construyó en 1063 la catedral de Rouen, en el 1067 la iglesia abacial de Jumièges. Su muerte está envuelta en una piadosa leyenda. Su tumba fue destruída por los hugonotes en 1562.
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