8 de agosto de 2015

Beatos JUAN FINGLEY y ROBERTO BICKERDIKE. M. c. 1586.


Martirologio Romano: En York siempre en Inglaterra, beato Juan Fingley, sacerdote y mártir, que bajo la misma reina fue condenado a muerte por su sacerdocio y conducido al patíbulo. Junto a él se conmemora el beato Roberto Bickerdike, mártir, que, en el mismo periodo, pero en día y año desconocidos, padeció los mismos tormentos por haberse reconciliado con la Iglesia católica

Juan era natural de Barneby en el Yorkshire, donde nace hacia el año 1555, y estudia en el Caius College de Cambridge, ganándose la vida como mayordomo. Tenía hechos ya muchos estudios cuando se decide por el sacerdocio y va al colegio inglés de Reims, donde se ordena sacerdote el 25 de marzo de 1581. Al mes de su ordenación marcha a Inglaterra y aquí trabaja con gran celo hasta que es arrestado y acusado de traición por ser sacerdote católico. 
Fue encerrado en el castillo de York. Juzgado bajo la dicha acusación, en la sentencia se afirmó que se le consideraba traidor no solamente por haberse ordenado sacerdote en el extranjero sino también por haber reconciliado con la Iglesia católica a algunos subditos de la Reina. Subió al patíbulo con gran serenidad y alegría en York el 8 de agosto de 1586.

Roberto nació en Knaresborough, Yorkshire, en el seno de una acomodada familia. Se crió en la ciudad de York. Conoció el catolicismo y se reconcilió con la Iglesia, negándose en adelante a acudir a los templos anglicanos. Iba acompañando por la calle a un sacerdote católico cuando fue arrestado y acusado de ser católico y de tener una mente traidora. 
Se le preguntó en el juicio que si el rey de España, agente del Papa, invadía Inglaterra, de parte de quién se pondría él, y contestó que cuando se diera el caso lo pensaría. El jurado lo declaró inocente, pero el juez no estuvo de acuerdo con el veredicto y lo hizo juzgar por otro jurado que sí lo condenó a muerte. Fue ahorcado y descuartizado, aunque no se sabe el día ni año, podría ser en el mismo 1586. Fueron beatificados por san Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1987.

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