Martirologio Romano: En la ciudad de Taiyuan, en la provincia de Shanxi, también en China, pasión de los santos mártires Gregorio Grassi y Francisco Fogolla, obispos de la Orden de los Hermanos Menores, y de otros veinticuatro compañeros, todos ellos asesinados por odio al cristianismo, durante la persecución llevada a cabo por los secuaces del movimiento de los Yihetuan.
san Gregorio Grassi |
Sus nombres son: Elías Facchini, Teodorico Balat, presbíteros, y Andrés Bauer, religioso, de la Orden de Hermanos Menores; María Ermelina de Jesús (Irma) Grivot, María de la Paz (María Ana) Giuliani, María Clara (Clelia) Nanetti, María de Santa Natalia (Juana María) Kerguin, María de San Justo (Ana Francisca) Moreau, María Adolfina (Ana Catalina) Dierk, María Amandina (Paulina) Jeuris, Religiosas del Instituto de Franciscanas Misioneras de María; y también Juan Zhang Huan, Patricio Dong Bodi, Felipe Zhang Zhihe, Juan Zhang Jingguang, Juan Wang Rui, seminaristas franciscanos; Tomás Shen Jihe, Simón Chen Ximan, Pedro Wu Anpeng, Francisco Zhang Rong, Matías Feng De, Santiago Yan Guodong, Pedro Zhang Banniu, Santiago Zhao Quanxin y Pedro Wang Erman, laicos.
san Francisco Fogolla |
Después de la guerra chino-japonesa de 1894-1895, que dividió China en zonas de influencia extranjera, la emperatriz orientó contra los occidentales y sobre todo contra los misioneros europeos y los chinos convertidos al catolicismo, el odio de los miembros de la sociedad secreta china, de carácter al mismo tiempo religioso y político, conocida con el nombre de revolución de los boxers. Era una corriente nacionalista y xenófoba, en la que se mezclaron motivos políticos, económicos, militares y religiosos, amparada en los decretos imperiales contra los europeos.
El Vicario Apostólico de Shanxi estaba regido por san Gregorio Grassi, ayudado por un obispo coadjutor, san Francisco Fogolla, que ya antes de su nombramiento espiscopal era vicario general y estrecho colaborador del prelado y pertenecíam ambos a la orden franciscana.
Ellos habían cuidado mucho de promocionar las vocaciones nativas, para que poco a poco, consolidada la Iglesia en el país, estuviera regida pastoralmente por miembros de la propia comunidad local, ordenados sacerdotes y obispos, una jerarquía autóctona definitiva.
Misioneros y nativos cristianos prefirieron morir antes de renegar de su fe. Corria el año 1900, y en la misión de Shanxi, donde se encontraban ambos obispos con otros sacerdotes y religiosos, más un grupo de seminaristas y criados de la misión, el día 4 de julio se llegó a la certeza de que morirían mártires. Manifestaron su temor a las religiosas, que pertenecían las siete a las Franciscanas Misioneras de María, y exclamaron simplemente que se cumpliera la voluntad de Dios. Todos los de la misión se entregaron en manos de Dios, si esa era su voluntad.
Los soldados chinos los enviaron a la casa del mandarín: las hermanas y las niñas son encerradas en una habitación húmeda, y los demás en otra no menos incómoda.
Pudo celebrarse la misa en un altar portátil. El obispo Grassi da la absolución a los que le rodean. Y a las 3 de la tarde del 9 de Julio los bóxers se lanzan sobre los detenidos y luego de maltratarlos los llevan hasta el tribunal del virrey de Yu-shien. Empezó el interrogatorio, en el que los mártires no apostataron ninguno. Exasperado el virrey hincó su puñal en el pecho del obispo Grassi, y con si fuese una señal, en el patio donde los demás aguardaban se produjo una terrible carnicería: los atacantes hieren, mutilan, descuartizan, matan… Se levanta un cántico: las religiosas entonan el Te Deum y se abrazan fraternalmente y continuan cantando hasta que las matan. Todos murieron.
Tres años más tarde, el 24 de marzo de 1903, pasada la tempestad por la enérgica reacción de los gobiernos europeos ante las matanzas, el ejercito chino rindio homenaje, en el mismo patio en el que fueron sacrificados, a los mártires, diciendo el nuevo virrey que glorificaba su firmeza.
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