Martirologio Romano: En Pozuelo de Alarcón, Madrid, España, beatos Juan Antonio Pérez Mayo, Francisco Polvorinos Gómez, Manuel Gutiérrez Martín, Cecilio Vega Domínguez, Juan Pedro Cotillo Fernández, Justo González Lorente, Pascual Aláez Medina, sacerdotes profesos de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, y Cándido Castán San José, laico, casado, muertos en tiempos de la Guerra Civil por defender el nombre de Cristo.
A continuación, extractos de la homilía del Cardenal Angelo Amato, SDB, durante la celebración de la beatificación de los mártires en Madrid el 17 de diciembre de 2011, durante el pontificado de Benedicto XVI. Después de resumir la historia de los mártires, dijo el Cardenal:
“A sólo cuatro días del estallido de la guerra civil, el odio anticatólico, que había incendiado y destruido muchas iglesias de Madrid, llegó a Pozuelo de Alarcón, ensañándose en el colegio (escolasticado) de los Oblatos con una crueldad inaudita. Ocupado el instituto, todos los religiosos fueron detenidos, sin interrogatorio, sin proceso, sin pruebas, sin posibilidad de defenderse.
Un sacerdote, seis jóvenes estudiantes y el señor Cándido Castán San José, esposo y padre de dos hijos, fueron asesinados en seguida, al día siguiente de la detención. Los otros soportaron cuatro meses de sufrimientos, siguiendo las dolorosas estaciones de un trágico viacrucis: terror, refugio clandestino, riesgo constante de ser descubiertos, arresto, cárcel, burlas, humillaciones de toda clase, torturas, mutilaciones, muerte.
Es bueno no olvidar esta tragedia. Y es también bueno no olvidar la reacción de nuestros mártires. A los gestos malvados de sus asesinos, ellos respondieron con buenas palabras, rezando y perdonando a sus perseguidores y aceptando con fortaleza la muerte, por amor a Jesucristo. Su comportamiento llenó de luz las tinieblas del mal”.

Era apasionado y pletórico de vida, vehemente, contagiaba fácilmente su entusiasmo. Dominaba la Filosofía y se ganó pronto la estima y aprecio de sus alumnos.
El 22 de julio de 1936 fue detenido con todos sus hermanos de Comunidad y hecho prisionero en el mismo Convento. Dos días más tarde, en la madrugada del 24 de julio, fue sacado del propio Convento con otros seis Oblatos más, estudiantes todos, y con el padre de familia y militante católico Cándido Castán San José, encarcelado en el Convento oblato con algunos seglares más. Fueron martirizados esa misma noche en la Casa de Campo, lugar situado entre Pozuelo de Alarcón y Madrid.
Francisco Polvorinos Gómez nació en Calaveras de Arriba, término municipal de Almanza (León), en el seno de una familia de humildes campesinos y pastores en 1910. Tras llamar en vano a diversos institutos religiosos, se le abrieron por fin las puertas del juniorado de los Oblatos cuando ya tenía 16 años.
Su sobrino, Elías Pacho, destaca en él una intensa vida de fe y dice que era una persona muy piadosa, que vivía intensamente la vocación religiosa. Pone de relieve su amor a la Iglesia, manifestado expresamente en el pueblo durante las vacaciones, con una frase que se hizo familiar en su pueblo: “La Iglesia siempre será perseguida, pero nunca vencida”. Se corrobora esta apreciación con el juicio de sus formadores: “Hombre piadoso, cumplidor de la Regla, franco con sus superiores, cuidadoso de su vocación e interesado por las obras de la Congregación. Su lema: Hacer el bien sin hacer ruido”.
Otro sobrino, Alberto Pacho testifica: “Desde que fue detenido hasta la madruga del 24 de julio (cuando fue ejecutado), aparte las vejaciones a que fue sometida toda la comunidad, sospecho que, lo mismo que a los demás compañeros, le someterían por lo menos a desprecios y malos tratos. Tengo entendido que en el poco tiempo que estuvieron detenidos en el convento de Pozuelo, llevaban una vida intensamente espiritual. Recibió la Eucaristía, que, en su caso y el de sus compañeros, fue como el Viático, cuando decidieron consumir la Eucaristía para evitar profanaciones. Todo esto lo sé por referencias de los supervivientes.
En la madrugada del 24 de julio de 1936, los milicianos leyeron la lista de siete nombres de Oblatos, entre los que incluyeron a mi tío...”.

Manuel era un hombre dotado de talento, equilibrado, con buena memoria. En los exámenes, resultados casi siempre brillantes. Gusto para la música vocal y dotado de buena voz. Como virtudes, dicen de él que era dócil, sumiso y franco con sus superiores, afable con los otros, consciente de los propios defectos y empeñado en la lucha por superarlos. Amante de su vocación y de su nueva familia, la Congregación de los Misioneros Oblatos. Buen compañero, fiel cumplidor de la Regla, con espíritu comunitario. Sus compañeros veían en él un joven con cualidades oratorias y con muchos recursos para convertirse en un verdadero actor. Pero subrayan sobre todo su vida de piedad y su espíritu abierto y abnegado.

A lo largo de su corta vida, se destaca en Cecilio su constancia y tesón ante las dificultades que iba encontrando en los estudios, entre otras causas, por un accidente desafortunado en el trabajo agrícola, que le ocasionó la pérdida de un ojo. Hombre de buen corazón, dócil, noble, piadoso y franco. De buen espíritu en la convivencia con los demás.
También él, al igual que Manuel Gutiérrez, tras dos días de incertidumbre, ansiedad y vejaciones en su propio convento, es “sacado” de su propio domicilio en la noche del 24 de julio de 1936 y fusilado de madrugada en la Casa de Campo.

Durante los años de estudio le diagnosticaron algunas complicaciones cardíacas, pero el médico le garantizó que podrían curarse con un poco de atención. En el momento de su captura el P. José Vega intervino en su favor diciendo: “¡No prendais a este muchacho, está enfermo del corazón!” y ellos le replicaron: “Para lo que le vamos hacer, está suficientemente bien”. Era una clara respuesta que revelaba el fin que le esperaba.

El 22 de julio de 1936 las circunstancias van a cambiar la ruta de sus sueños. Fue detenido con toda la comunidad oblata en el mismo convento, que quedó aquel mismo día convertido en prisión.


Cristiano coherente, militante católico, era a la sazón Presidente de la Confederación Nacional de Obreros Católicos. Presidente así mismo de los Ferroviarios Católicos, sección de Madrid-Norte y afiliado a la Adoración Nocturna.
El día 18 de julio de 1936 sufre en su domicilio un primer registro, que nos describe vivencialmente su hija, testigo de visu:
“Se presentaron en casa unos milicianos, so pretexto de encontrar armas, que, por supuesto, no existían… Cuando terminaron, le ordenaron que no se moviera de casa”Cuatro días más tarde, el 23 de julio hacia mediodía, fue obligado a abandonar su casa por un grupo de “milicianos del comité revolucionario de Pozuelo”. Su hija Teresa fue testigo directo de su detención. Desde allí es conducido prisionero a la casa de los Misioneros Oblatos".
Recluido la noche del 23 de julio, es visitado por su esposa que le lleva comida y cena. En la noche del 23 al 24 de julio es sacado del convento con otros siete Oblatos y ejecutado junto con ellos en la Casa de Campo, parque situado entre Pozuelo y Madrid.
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