Martirologio Romano: En Beaumaris en Gales, beato Guillermo Davies, sacerdote y mártir, que en la misma persecución, solo por su sacerdocio, después de orar por los presentes, sufrió el mismo suplicio.
Nació en el norte de Gales, probablemente en Croes-yn-Eris, Denbighshire. Estudió en Reims desde 1582 hasta su ordenación sacerdotal en 1585. Regresó a Gales, donde trabajó con gran celo hasta marzo de 1591 o 92, cuando fue arrestado en Holyhead, junto con cuatro estudiantes. Fue encerrado en una inmunda prisión en el castillo de Beaumaris, y separado de sus compañeros; allí confesó con franqueza que era sacerdote. Después de un mes su santidad y paciencia le ganaron cierta relajación en los controles, e incluso podía reunirse una hora por día con sus compañeros para celebrar misa. El carcelero le era hasta tal punto favorable, que podría haber huído si hubiera querido. Su fama de santidad atrajo a católicos de todas partes que iban a consultarle, y de ministros protestantes que iban a disputar con él.
Cuando fue condenado a muerte entonó el «Te Deum», que fue seguido por sus compañeros. La injusticia de la sentencia era tan evidente, que para acallar murmullos de la gente, el juez concedió una prórroga en la ejecución, hasta que la Reina diera el placet. Fue enviado a Ludlow, y allí le tendieron una celada, haciéndole entrar en un templo anglicano en el que se celebraban los oficios religiosos con la intención que pareciera que se había retractado y por ello asistía a los ritos anglicanos, pero él se dio cuenta del engaño y desmanteló el simulacro.
De Ludlow fue enviado a Bewdley, donde compartió celda con criminales comunes, y de allí pasó por otras prisiones, hasta volver a Beaumaris, donde, para mutuo consuelo, volvió a encontrar a sus compañeros. Allí llevaron por seis meses una vida más de comunidad religiosa que de presidiarios, dividiendo el tiempo entre la oración y el estudio, «con tanta comodidad que parecía más el cielo que la cárcel». Pero para el verano se decidió que el sacerdote debía morir como traidor aunque se le ofreció conservar su vida a cambio de que asistiera a un oficio religioso anglicano, a lo que, naturalmente, no cedió. A pesar de la oposición de la gente, entre la que se había ganado fama de santo, la cruel sentencia se llevó a cabo y fue colgado, arrastrado y descuartizado en Beaumaris. Al recibir la soga en el cuello, el mártir dijo: «Tu yugo, Señor, es suave, y tu carga ligera». Su vestimenta manchada de sangre fue rescatada por sus compañeros y preservada como reliquia. Fue beatificado por SS. Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1987.
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