Que vence a los hombres.
Vladimir Nikol’skij nació en Jaroslav. Fue ordenado sacerdote en Moscú en 1895. En 1897 marchó como misionero al Japón. En 1906 fue ordenado obispo y nombrado obispo auxiliar de la diócesis de Kioto (Japón), dos años después fue trasladado a Rusia a la diócesis de Tichvin. En 1913 fue trasladado a Omsk, en Siberia, y después de un año a Perm.
En enero de 1918 escribió una carta pastoral a todos los fieles de la diócesis, condenando la persecución, ya en acto, contra la Iglesia por parte de los comunistas, e invitando a todos a intensificar las oraciones y hacer nacer en las parroquias la fraternidad entre los fieles para que fueran ejemplo ante los más débiles. La creación de estas comunidades había sido una de sus preocupaciones incluso antes que los comunistas tomaran el poder.
En la diócesis de Perm fueron cerradas iglesias y monasterios, y muchos sacerdotes encarcelados. Como obispo manifestó su oposición: “Contra las manifestaciones de vuestra violencia yo no pongo una fuerza física, pero usaré todos los medios espirituales a mi disposición”. La guardia roja intentó varias veces detenerlo pero la población lo impidió.
El 17 de junio fue detenido, y en un primer momento quieren fusilarlo, pero la población al enterarse, lo impidió. El día 19 de junio fue trasladado a Perm, y allí le piden que cuando un sacerdote sea arrestado los otros por un cierto periodo de tiempo se abstengan de toda celebración. El obispo no aceptó a esta y otras peticiones. Se lo llevaron a los bosques de Motovelichi, le obligaron a excavar una fosa, y durante dos veces le obligaron a extenderse en la fosa para medir la longitud. Al final el obispo pidió orar. Se arrodilló, oró durante diez minutos, se levantó, los bendijo y dijo: “Estoy preparado” y fue fusilado a la edad de 48 años.
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