(Pablo de Vagnozzo Trinci).
Pablo de Vagnozzo Trinci, conocido como Paoluccio “por su tierna edad y humilde estatura del cuerpo”, tuvo una breve experiencia de vida eremítica promovida por Juan della Valle, continuada por Gentil de Spoleto, y concluida, en el 1355, con la bula “Sedis Apostolica” de Inocencio VI.
En 1323 ingresó como fraile lego en el convento de San Francisco en Foligno. En 1368, Paoluccio se retiró al eremo de San Bartolomeo di Brogliano en el Apenino umbro-marquisano, donde se había establecido Juan della Valle.
Al final del siglo XIV y el inicio del XV, la Orden franciscana vivió momentos de agitación interna, a causa de una aspiración para interpretar fielmente la Regla original y vivir la experiencia comunitaria según el verdadero espíritu de Francisco, esto llevó a la división de la Orden en muchas familias.
Se dio origen al movimiento reformador, llamado “de los Espirituales” y quién ambicionaba una mayor “observancia regular”, fue fray Paolo Trinci, el cual se retiró al eremo de Brogliano, junto a Foligno, junto algunos discípulos, conocidos como “frailes devotos”, con la intención de observar la Regla sin mitigaciones y dispensas. En el 1373, ya había nueve retiros situados en Umbría y en el Valle de Rieti, casi todos legados al nombre de San Francisco; cuando él murió, llegarían a ser once retiros. Este movimiento llamado “Observante”, se difundió pronto por el resto de Italia. Paoluccio no dejó escritos. El resto de los franciscanos, no renovados, definieron a Paoluccio como “hombre idiota, simple y laico”. También sus compañeros fueron hombres sin cultura, pero todos fueron llamados a la vida eremítica con el deseo de observar del modo más riguroso, “sine glossa”, la Regla de Francisco. El grupo, capitaneado por fray Paoluccio, se puso bajo la dependencia de los superiores de la Orden, procurando siempre de no comprometer la unidad institucional y evitar cualquier forma de fractura. Con esta actitud, que fue sin duda uno de sus puntos fuertes de su experiencia, estos “verdaderos frailes Menores” -como fueron definidos- iban más allá de las posiciones de extrema polémica de los Espirituales, basada, en primer lugar, en la defensa a ultranza de la pobreza, entendida como la premisa de la misma perfección y como condición institucional.
En 1323 ingresó como fraile lego en el convento de San Francisco en Foligno. En 1368, Paoluccio se retiró al eremo de San Bartolomeo di Brogliano en el Apenino umbro-marquisano, donde se había establecido Juan della Valle.
Al final del siglo XIV y el inicio del XV, la Orden franciscana vivió momentos de agitación interna, a causa de una aspiración para interpretar fielmente la Regla original y vivir la experiencia comunitaria según el verdadero espíritu de Francisco, esto llevó a la división de la Orden en muchas familias.
Se dio origen al movimiento reformador, llamado “de los Espirituales” y quién ambicionaba una mayor “observancia regular”, fue fray Paolo Trinci, el cual se retiró al eremo de Brogliano, junto a Foligno, junto algunos discípulos, conocidos como “frailes devotos”, con la intención de observar la Regla sin mitigaciones y dispensas. En el 1373, ya había nueve retiros situados en Umbría y en el Valle de Rieti, casi todos legados al nombre de San Francisco; cuando él murió, llegarían a ser once retiros. Este movimiento llamado “Observante”, se difundió pronto por el resto de Italia. Paoluccio no dejó escritos. El resto de los franciscanos, no renovados, definieron a Paoluccio como “hombre idiota, simple y laico”. También sus compañeros fueron hombres sin cultura, pero todos fueron llamados a la vida eremítica con el deseo de observar del modo más riguroso, “sine glossa”, la Regla de Francisco. El grupo, capitaneado por fray Paoluccio, se puso bajo la dependencia de los superiores de la Orden, procurando siempre de no comprometer la unidad institucional y evitar cualquier forma de fractura. Con esta actitud, que fue sin duda uno de sus puntos fuertes de su experiencia, estos “verdaderos frailes Menores” -como fueron definidos- iban más allá de las posiciones de extrema polémica de los Espirituales, basada, en primer lugar, en la defensa a ultranza de la pobreza, entendida como la premisa de la misma perfección y como condición institucional.
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