(fr.: Etienne de Bourg).
Ruinas de la cartuja de Meyrat |
Después de algún tiempo, como las condiciones del lugar, no eran las idóneas para la vida eremítica que quería san Bruno, fue necesario buscar otro lugar más en consonancia con las exigencias eremíticas que tenían. Los dos canónigos le propusieron a san Bruno ir a la diócesis de Grenoble, donde había un lugar perfecto para ello. Le propusieron también que hablara con el obispo de Grenoble, san Hugo, hombre de gran corazón y amante de los eremitas.
Como ya sabemos fueron los que en el desierto de Chartreuse, hicieron germinar la Orden cartuja. Esteban de Bourg, vivió durante más de 33 años en la soledad de la primera cartuja, llevando una existencia de penitencia, obediencia y caridad. En el 1116, en la diócesis de Lyon, Ponce de Balmay y sus dos hermanos, donaron territorios de su propiedad y el bosque circundante a los cartujos para que edificaran una nueva cartuja. Guigo, prior de la Gran Cartuja, eligió a Esteban, por su celo y su indiscutible virtud, y lo nombró prior de la nueva cartuja de Meyrat encargándole de organizar la comunidad y de construir los edificios. Acompañado de dos hermanos conversos: Bonfils y Jeoffrey, Esteban se dedicó a organizar el nuevo complejo monástico ayudado de prelados que contribuyeron con su dinero para la realización de las construcciones. Ayudaron el arzobispo de Lyon, el obispo de Ginebra de Belley y de Grenoble, y el abad de Cluny, san Pedro el Venerable, con los que mantuvo una estrecha amistad. En dos años la cartuja de Meyrat fue completada y Esteban pudo morir en paz. Muchos fueron los milagros, que siguieron después de su muerte, y a su protección se confió el complejo monástico de Meyrat.
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