(it: Giovanni da Montecorvino)
Nació probablemente en Montecorvino Rovella, de donde le viene su nombre, en la provincia italiana de Salerno. Apenas si se tienen noticias de su juventud. Vistió el hábito de san Francisco, y desde sus primeros años de fraile parece que se dedicó a la obra de las misiones en el próximo Oriente. Hacia 1289 le encontramos como Legado del Rey de Armenia, Hethum II, ante la Corte pontificia, y parece que ya antes de esa época había realizado algún otro viaje a Persia.
Por entonces comenzaron a llegar a la Corte papal noticias del lejano y legendario país de la China, por medio de un chino que había llegado como Embajador del Rey Argún de Persia ante el Papa. Se llamaba Bar Gauma. Y muy poco después llegarían las primeras noticias de los mercaderes venecianos, los Polos, que habían vivido algún tiempo en Pekín. Por todos estos informes se determinó el papa Nicolás IV a enviar a Juan de Montecorvino como legado suyo, aunque parece que era intención pontificia que una vez cumplida su legación, se quedara en China con el fin de fundar allí la Iglesia. En esta hipótesis, extraña ciertamente que no llevara consigo algunos compañeros más. El único acompañante era el dominico Nicolás de Pistoya. Montecorvino se embarcó en Venecia y Ancona. Siguió el camino de Antioquía y Lajazzo, llegó a Sis, capital de la nueva Armenia, y pasó a Persia, consignando una carta del Papa al Khan Argún en Tabriz, como respuesta a la legación de Argún por medio de Bar Gauma. De Persia siguió hacia China, por la India, donde visitó en el 1291 el sepulcro del apóstol santo Tomás, que según una tradición estaba enterrado en Santo Tomé de Meliapur o Mylapore. Él mismo escribe que se detuvo 13 meses en Santo Tomé, donde pudo bautizar unas 100 personas de diversos lugares. Allí murió asimismo su compañero de viaje Nicolás de Pistoya. Luego siguió, ya solo, por la costa de Coromandel y nuevamente por mar hacia China hasta llegar a Khambalik, Corte del Gran Khan.
Llegó a Khambalik (Pekín) en 1294 acompañado de un comerciante genovés, Pedro de Lucalongo, que se le había agregado en la India. Había muerto ya Kubilai, pero entregó a su sucesor Timur, las cartas de Nicolás IV. Sus primeros ministerios apostólicos los ejercitó con cristianos nestorianos, que desde el siglo VII estaban ya en algunas regiones de la actual China. Consiguió la unión de uno de sus príncipes, llamado Jorge, a la Iglesia católica. Por su munificencia pudo construirse una hermosa iglesia en Pekín. Es curioso que tanto Juan de Montecorvino como Marco Polo hacían a este príncipe nestoriano y luego católico, descendiente del famoso Preste Juan. Se concibe la vida de sacrificio y heroísmo de Juan de Montecorvino, estando como estaba solo, entre nestorianos y paganos. Comenzaron las campañas malévolas contra él, apoyadas en groseras calumnias. Hasta se le llegó a acusar de la muerte de Nicolás de Pistoya. En el 1298 moría el príncipe Jorge, y con ello venía a quedar más desamparado. Para asegurar su apostolado, dentro de su absoluta soledad, comenzó instituyendo un colegio de niños, a los que enseñó a cantar la Salmodia en latín. Según noticias que nos da en carta del 1305, para esa fecha había bautizado unas 6.000 personas, y si no hubiera sido por aquellas calumnias, hubiera bautizado -dice-, más de 30.000.
Tradujo al idioma nativo el Nuevo Testamento y los Salmos. Durante más de 10 años permaneció totalmente solo e incomunicado con sus hermanos de Europa, que le daban ya por muerto o desaparecido. En 1305 halló ocasión propicia para escribir a Europa, y comenzaron sus cartas. Es que en 1305 había llegado a Khambalik el franciscano Arnoldo de Alemania con un médico lombardo. Las cartas de Juan de Montecorvino levantaron gran celo misional, y Clemente V pidió al General de la Orden que escogiera siete franciscanos, a los que quería enviar como obispos a China. Ellos a su vez consagrarían arzobispo de Khambalik a Montecorvino. Era el año 1307. Fueron elegidos y consagrados efectivamente, y a China marcharon acompañados de otros varios franciscanos. En el camino murieron tres, los otros llegaron a Pekín y consagraron a Juan de Montecorvino comenzando así la Iglesia jerarquizada en China, con sede metropolitana en Pekín, y sufragánea en Zayton. Montecorvino siguió en Khambalik, donde murió en 1328, a la edad de 81 años, dejando una suave memoria de sí. Había trabajado en Pekín durante 34 años. Sobre las vicisitudes de sus sufragáneos y compañeros de apostolado no se tienen muchas noticias. La misión china desaparecería poco después, por la dificultad de enviar nuevos misioneros.
La documentación sobre su beatificación se perdió durante los siglos, y aunque tiene culto dentro de la Orden franciscana, todavía no ha sido beatificado por la Santa Sede.
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