Martirologio Romano: En el norte de África, conmemoración de los santos mártires Namfamo, Miginio, Sanámis y Lucita, hacia los cuales, según el testimonio del gentil Máximo de Madaura en su carta a san Agustín, el pueblo cristiano sentía gran veneración.

«¿Quién puede sufrir que Miginio sea antepuesto a Júpiter, que lanza los rayos; Sanamis a Juno, Minerva, Venus y a Vesta, y a todos (¡qué vergüenza!) los dioses inmortales el archimártir Namfamon? Entre esos mártires se acepta con no menor veneración a Lucita y a otros mil (nombres odiosos a los hombres y a los dioses), que acumularon crímenes sobre crímenes en una conciencia llena de nefandos delitos. Bajo la apariencia de una muerte gloriosa, hallaron los muy viciosos una muerte digna de sus hazañas y costumbres. La necia muchedumbre visita sus sepulcros, si es que vale la pena recordarlo, olvidando los templos y los manes de sus antepasados...»
Parte del significado burlesco que podía tener esta carta enviada como chanza de amigo a amigo se nos pierde, porque al parecer, según lo sugiere la respuesta de san Agustín, Máximo intentó ridiculizar a los mártires por sus extraños nombres. Esto dará lugar a que Agustín tome a su vez el pelo a su agonista, mostrándole que «Namfanión» significa «de buen pie», y haciendo alusión a la habitual superstición de los paganos, le recuerda que «Desea Virgilio que Hércules entre con pie venturoso, esto es, que sea Nanfanión, que es lo que nos echas a nosotros tan en cara.» En suma, las misivas no aportan elementos históricos para que nos enteremos de las circunstancias concretas del martirio de estos santos, pero sí permiten establecer fehacientemente no sólo su existencia sino también la gran veneración de la que gozaban.
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