Martirologio Romano: En Cagliari, Italia, beata Josefina Nicoli, virgen, religiosa de las Hermanas de la Caridad de San Vicente de Paúl.
En 1883 ingresó en la Compañía de las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, en Turín. En 1885 fue trasladada a Cerdeña, donde enseñó en el “Conservatorio de la Providencia” de Cágliari. La experiencia educativa entre niñas pobres la marcó de forma especial. En 1886 se originó una peste en la ciudad y nuestra beata en sus horas libres, junto con otras compañeras del conservatorio, crearon las “cocinas económicas” al servicio de los muchachos abandonados de la ciudad, donde también se les enseñó el catecismo. Más tarde organizó a estos chicos en una asociación llamada “Los Luisitos”, estimuléndolos a vivir en actitud de ayuda fraterna y educándolos en una sana sociabilidad que, a muchos de ellos, les condujo a cambiar de vida.
En 1889 fue trasladada al orfanato de Sássari. También allí desarrolló un émplio proyecto apostólico, organizando diversas instituciones orientadas siempre al servicio de los más pobres. Creó la “Escuela de religión” para las jóvenes universitarias. Tuvo que sufrir a la masonería que trataba de debilitar la presencia de los católicos en la ciudad.
Después de una estancia en Turín, donde fue Directora de la casa de formación, regresó, en 1914, a Cágliari para reponerse de una tuberculosis. Una serie de malentendidos y falsos testimonios por parte de la administración del orfanato obligaron a sus superioras a trasladarlas nuevamente. Sor Josefina aceptó en silencio la humillación más grande que pudieron hacerle: la declaración incapaz de administrar el orfanato. Ante esta situación se repetía a sí misma: “Josefina, esto te viene muy bien. Aprende a ser humilde”. La Providencia la condujo en la última etapa de su vida al Asilo de la Marina, en Cágliari.
Fundó la primera sección en Italia de la “Pequeña obra de Luisa de Marillac”. Formó también un grupo de Acción Católica femenina. Pero a quienes dedicó gran parte de sus iniciativas apostólicas fueron para los “niños de la cesta”. Era un grupo numeroso que vagaba por la ciudad, sobre todo en las cercanías del mercado de la ciudad, llevando una cesta; y se ganaban el sustento llevando equipajes de la estación al puerto.
La caridad fue la norma de su vida. En el último año de su vida fue, de nuevo, calumniada por un funcionario del asilo, ella calló, y el testimonio de su vida llevó al funcionario difamador a su lecho de muerte a pedirle su perdón, como así hizo. Murió en Cágliari de una bronco-pulmonía. Fue beatificada por Benedicto XVI el 3 de febrero de 2008.
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