21 de octubre de 2014

San HILARIÓN DE GAZA. (291-371).


Martirologio Romano: En la isla de Chipre, san Hilarión, abad, que, siguiendo las huellas de san Antonio, primero llevó vida solitaria cerca de la ciudad de Gaza y después fue fundador y ejemplo de la vida eremítica en esta región.


Hilarión nació en Tabatha de Gaza en el seno de una noble familia. Marchó a Alejandría para cursar estudios con un gramático; y allí recibió el bautismo. Entregó a los pobres todo el dinero, heredado de sus padres y compartió con san Antonio Abad la vida religiosa de oración y penitencia en el desierto; todavía muy joven, decidió trasladarse al desierto palestino de Majuma. "Persevera hasta el fin para que puedas saborear el fruto dulce de tus trabajos", le repitió Antonio, al despedirlo.
Habían pasado ya 22 años en el desierto, cuando comenzaron a interrumpirle muchedumbres de admiradores y tuvo que huir de Palestina a los desiertos del Nilo de Egipto, perseguido por los emisarios de Juliano el Apóstata, al promontorio de Pachinum en Sicilia y, después, hasta Dalmacia en Yugoslavia. San Jerónimo, su principal biógrafo, dice que marchó a visitar la tumba de san Antonio, y tras una breve estancia en el desierto, se trasladó a Bruchium, en las cercanías de Alejandría, y poco después a Occidente, donde no era conocido. Un día unos ladrones le preguntaron: "¿Qué harías si los ladrones te asaltaran?  - Cuando no se tiene nada los ladrones no dan miedo. - ¿Y no tendrías miedo de ser asesinado? - ¡Yo miedo!, no, no de verdad, porque sin ello deberé morir". 
Será en Chipre donde terminó sus días, diciendo: "Sal, alma mía: ¿de qué temes? Cerca de setenta años hace que sirves a Cristo, ¿y temes ahora morir?" Hilarión se encontró con Agatón en el desierto de Tebaida. Los dos aparecen llenos de sabiduría, paciencia y devoción. Se dice que cuando eran jóvenes aparecían graves y dignos como los viejos, y cuando llegaron a viejos, alegres y contentos como los jóvenes. Siempre humildes y serenos hicieron la guerra solamente a las tentaciones Agatón dijo: "Con el trabajo se provee a nuestra salud y se hace la guerra al demonio". "Sed, -enseñó después- como una columna de piedra, que no se enfada cuando es maltratada, pero que tampoco se hace más alta, cuando es alabada". 
La “Leyenda Áurea” narra algunos pasajes de la vida de estos dos eremitas: "Una vez dijo uno al otro: - Peleémonos juntos, como hacen los hombres del mundo. -Repuso el otro: yo no se como nace la pelea. -Dijo el primero: pon entre tu y yo un ladrillo; y yo diré: es mío. Tu dirás: no, es mío. Entonces nacerá la pelea. Entonces pusieron el ladrillo en medio y dijo uno: es mío. -Dijo el otro: no, es mío. Repuso el primero: bueno, que sea tuyo, quítalo y vete con Dios. Se fueron juntos y no pudieron pelearse". Desde 1969 su memoria ha sido limitada a los calendarios locales. 


San Agatón de Egipto. s. IV. 
Ermitaño y abad, junto con san Hilarión de Gaza en Egipto. Se retiraron al desierto de Tebaida bajo el influjo de san Antonio Abad. Durante tres años estuvo con una piedra en la boca para crearse la imposibilidad de hablar, de ahí procede su mote. Se había refugiado en el desierto para huir de toda tentación de cólera. Pero cuando se derramó el agua que llenaba un cántaro, rompió el recipiente. Dios quiso demostrarle que hasta en la soledad se puede caer en la ira. 
Se le han atribuido proverbios espirituales y morales bellísimos. "Con el trabajo se busca nuestra salud e se hace la guerra al demonio". "Sed como una columna de piedra, que no monta en cólera cuando viene maltratada, y tampoco se hace más alta cuando se la alaba". Es muy citado en “La vida de los Padres del desierto”

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