Enrique nació en Ubierna, Burgos en 1889. Profesó como salesiano en Sarriá, Barcelona en 1909. Fue ordenado presbítero en Salamanca en 1918. Estrenó su sacerdocio en el colegio de la capital salmantina, donde fue consejero escolástico durante cuatro años y, después, catequista. De 1923 a 1925 estuvo destinado en Carabanchel Alto, con el cargo de consejero. Los años siguientes fue director del mismo Carabanchel, de la Casa inspectorial de Madrid-Atocha y, desde 1934, por segunda vez, de Carabanchel Alto de nuevo. Aquí se encontraba cuando, tras el alzamiento militar del 18 de julio, arreció la persecución religiosa.
Los salesianos que estaban refugiados en la pensión Loyola, habían sido detenidos, don Enrique parece ser que siguió todavía un tiempo más escondido en la pensión Loyola, de la calle Montera, 10, hasta que pasó a la Vascoleonesa, de la calle Puebla, 17. Desde la pensión Vascoleonesa, don Enrique Saiz hacía de superior, procurando estar al tanto de cuando sucedía, dirigiendo, aconsejando y ayudando a los hermanos que le acompañaban o venían a visitarle.
Entre ellos se logró crear un extraordinario ambiente espiritual en pleno centro de Madrid. Todos sabían que su refugio era, con casi completa seguridad, una sala de espera para la muerte. Tres días antes de su prendimiento definitivo antes del martirio, don Enrique decía a una religiosa acogida también en la pensión Nofuentes: “Tenemos que prepararnos, pues nuestro martirio es certísimo”.
Efectivamente. Detenido el día 2 de octubre por la mañana, le condujeron al convento de San Plácido, convertido en ateneo libertario. No se sabe dónde pasó el resto del día, aunque probablemente estuviera en la checa de Fomento. Estuviera o no en Fomento, lo que sí se sabe es que, debido a su conocida condición de sacerdote, unos milicianos le dieron muerte el mismo día 2 de octubre por la noche, en el término municipal de Vallecas, actual calle Méndez Álvaro.
Bartolomé nació en Pozoblanco (Córdoba) en 1914. Huérfano desde niño, fue acogido por unos tíos suyos con los que trabajaba de sillero. Una vez abierto el colegio salesiano de Pozoblanco (septiembre de 1930), Bartolomé fue asiduo al oratorio festivo y ayudó como catequista. Cuando en 1932 se estableció la Juventud Masculina de Acción Católica en Pozoblanco, Bartolomé fue elegido secretario.
Hacía el servicio militar en Cádiz y, estando de permiso en Pozoblanco, fue encarcelado el 18 de agosto de 1936. El 24 de septiembre fue trasladado a la cárcel de Jaén, en cuyo pabellón de ‘Villa Cisneros’ tuvo la suerte de coincidir con quince sacerdotes y otros muchos seglares fervorosos. En dicha cárcel fue juzgado y condenado a muerte, el día 29 de septiembre.
En el juicio sumarísimo por el que tuvo que pasar, Bartolomé dejó constancia inequívoca de sus creencias. Tanto el juez como el secretario del tribunal no dudaron en mostrarle su admiración por las dotes personales que le adornaban y por la entereza con que profesó sus convicciones religiosas. Bartolomé oyó al fiscal solicitar en su contra la pena capital y comentó sin inmutarse que nada tenía que alegar, pues, caso de conservar la vida, seguiría la misma ejecutoria de católico militante.
Siempre se había caracterizado por confesar su fe con optimismo, elegancia y valentía. Las cartas que la víspera de morir, escribió a sus familiares son una prueba fehaciente de ello. “Sea esta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón; pero indulgencia, que quiero vaya acompañada de hacerles todo el bien posible. Así pues, os pido que me venguéis con la venganza del cristiano: devolviéndoles mucho bien a quienes han intentado hacerme mal”.
Sus compañeros de prisión han conservado los emotivos detalles de su salida para la muerte, con los pies descalzos, para parecerse aún más a Cristo. Al ponerle las esposas, las besó con reverencia, dejando sorprendido al guardia que se las ponía. No aceptó, según le proponían, ser fusilado de espaldas. “Quien muere por Cristo –dijo-, debe hacerlo de frente y con el pecho descubierto. ¡Viva Cristo Rey!” y cayó acribillado junto a una encina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario