1 de octubre de 2014

Beata CECILIA EUSEPI. (1910-1918).


Martirologio Romano: En Nepi, Viterbo, beata Cecilia Eusepi, laica, miembro de la Tercera Orden de los Siervos de María, que alcanzó la santidad como catequista y al servicio de los demás en la vida de cada día.

Nació en Monte Romano, muy pequeña se trasladó con su madre viuda a la cercana Nepi, una antigua ciudad de Tucsia, donde vivía con su tío materno, que era granjero en la finca "La Massa" a tres kilómetros de la ciudad. A los seis años, al igual que otras muchas niñas la mandaron al internado para niñas huerfanas de guerra del Monasterio cisterciense de Nepi. A cien metros del convento se hallaba la parroquia de san Tolomeo, regida por los Siervos de María. Cecilia, una vez terminada la escuela pasaba aquí su tiempo, y es en este contexto donde madura tempranamente y con sorprendente claridad su vocación. Tanto es así que con doce años y en unión de otras compañeras mayores, pide entrar como terciaria en la Orden de los Siervos y al año siguiente, a pesar de su edad el obispo le da la dispensa para entrar como postulante en las Mantellate Siervas de María. Ira a estudiar a Roma, Pistoía, y luego a Zara. Pero su aspiración de ir a las misiones no se cumplira, en octubre de 1926, debido a la enfermedad que dos años después la llevará a la muerte, regresa a Napi.
Esta es su breve vida. Y de todas sus circunstancias habla Cecilia misma en su narración autobiográfica "Historia de un payaso". título humoristico, emblemático de la consideracion que tenía de si misma "un payasin", nada más. Escribe para obedecer a su confesor, a quien se lo entrega  en junio del 27 en un viejo cuaderno de colegio. 
Los últimos meses de su vida los pasa en lo que ella llama "el exilio de la Massa". Un exilio que le hace sufrir porque era consciente que no tomaría los votos , por la lejanía de Nepi  y las calumnias de los propietarios de la finca. Su único consuelo, la devoción filial a la Virgen Dolorosa, que ella llama su corazón, y la comunión, su tesoro, y que el padre Roschini, su confesor, le lleva dos días en semana. Rompen sin embargo este exilio las frecuentes visitas de campesinos, de sus compañeros de Acción Católica, de los seminaristas y de los Padres Servitas, que no pocas veces solicitan a Cecilia consejos para sus homilías. 
Falleció cantando las oraciones a María. Su funeral fue una fiesta, fue como ir a una boda, los Siervos de María dieron en su honor una comida y aquel mismo día les llegó de un benefactor lejano una cuantiosa cantidad de dinero que sirvió para enjugar las estrecheces económicas del seminario. Beatificada por SS Benedicto XVI el 17 de junio de 2012.

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