16 de septiembre de 2014

CORNELIO y CIPRIANO. M. 253, 258.


Martirologio Romano: Memoria de los santos Cornelio, papa, y Cipriano, obispo, mártires, acerca de los cuales el catorce de septiembre se relata la sepultura del primero y la pasión del segundo. Juntos son celebrados en esta memoria por el orbe cristiano, porque ambos testimoniaron, en días de persecución, su amor por la verdad indefectible ante Dios y el mundo.

Cornelio nació en Roma. Nada de sabe de sus orígenes, pero tal vez perteneciera a la gran familia de los Cornelios. Sucedió al papa san Fabián y gobernó la Iglesia, después de la persecución de Decio, "el cual, dice san Cipriano, habría soportado mejor enterarse que un rival se rebelaba contra él que ver en Roma un obispo de Dios".
Durante la persecución de Decio muchos habían apostatado y el Papa consideraba que estos debían ser tratados con sensibilidad pastoral y clemencia, para que pudieran reingresar fácilmente en la Iglesia; pero Novaciano, un inteligente obispo, se puso en contra, negando que la Iglesia tuviera el poder de perdonar la apostasía; fue elegido antipapa por su grupo. San Cipriano y otros obispos apoyaron a Cornelio. En la lucha contra Novaciano (en Roma) y contra Novato, enemigo de Cipriano (en Cartago), Cornelio y Cipriano estuvieron unidos, pese que hubo algunos equívocos provocados, por falsos informes. San Dionisio, obispo de Alejandría, también se puso al lado de Cornelio. Cipriano elogió a Cornelio, que "había pasado por todos los oficios eclesiásticos y había subido, superando los grados, a la cumbre sublime del sacerdocio". 
 Tras la condena de Novaciano y Novato en el sínodo de Roma y Cartago (251), el papa Cornelio aprobó esta excomunión y se la comunicó a todas la Iglesias, que la acogieron favorablemente, salvo la de Antioquía, donde su obispo Fabio compartía las ideas de Novato. Después de la peste que se cebó en el Imperio romano (252-254), de la que fueron acusados los cristianos por haber provocado la cólera de los dioses, el emperador Galo desencadenó una persecución, que fue benigna, y en la que Cornelio fue desterrado al pequeño puerto de Centumcellae (Civitavecchia), donde encontró la muerte a causa de los sufrimientos; alguna tradición dice que murió decapitado. Se le atribuye el traslado de los cuerpos de san Pedro y san Pablo, junto a la matrona santa Lucina. 
Cipriano, cuando supo del destierro del Pontífice, le escribió: "No podría decir, toda la alegría, toda la satisfacción, que se ha manifestado cuando hemos sabido las felices noticias de vuestro coraje... Usted ha  sido el jefe  de los hermanos, en la confesión; pero la confesión de la cabeza es exaltada también de la conformidad de sentimientos manifestada por los hermanos. Recemos, cada uno por parte suya, uno por el otro, en los momentos de persecución"; en otro lugar añade: "Si uno de nosotros dos, Dios le hace la merced de morir antes, que nuestra amistad perdure junto a Dios". Fueron grandes amigos, y nunca se conocieron. Su tumba se encuentra en la cripta de Lucina, en las catacumbas de San Calixto, en Roma. 

Llamado Tascio Cecilio Cipriano (c.200 - 258). Nació en Cartago, aunque es posible que fuera de origen chipriota, como permite suponer su nombre, en el seno de una familia pagana y muy rica. Se dice que en su juventud llevó una vida poco edificante, estudió Retórica y Derecho y ejerció ambas disciplinas. Ejerció como rector y fue discípulo de Tertuliano, al que se refiere en muchas de sus cartas (aunque no lo nombra explícitamente porque cayó en la herejía). Se convirtió al cristianismo bajo la guía de san Cecilio en el 246, del que tomó el nombre, y al convertirse repartió sus bienes entre los pobres e hizo voto de celibato. Escribió el opúscolo “A Donato”, primer opúscolo apologético.
Fue elegido obispo de Cartago en el 249, después de la muerte de Donato. Cuando la persecución de Decio, Cipriano huyó. Le parecía que así podría defender mejor a su grey, que lo necesitaba. Fue un gran teólogo cristiano y defensor de la fe, en contra de la herejía de Novaciano y Novato. Es uno de los grandes apologistas cristianos. No fue comprendido en su sede porque se había convertido a los 35 años. 
Después de la muerte del papa san Cornelio y la breve sucesión de san Lucio I, el papa san Esteban I, de carácter más bien autoritario, demostró no aceptar la tesis de Cipriano, que defendía el rebautismo de los herejes y cismáticos, porque "sólo la Iglesia (y no estos novacianos) tenía el poder de bautizar y purificar". En el concilio de Cartago del 256, Cipriano fue apoyado por los obispos africanos, entre otros por san Firmiliano, obispo de Cesarea, mientras que san Dionisio de Alejandría intervino para evitar un cisma y calmar a los antagonistas. Pero la muerte de san Esteban I, con la sucesión de san Sixto II, juzgado "bueno y pacífico", resolvió la peligrosa situación. El concilio de Arles (314) negó el rebautismo de Cipriano, pero no le condenó.
Escribió numerosos tratados, uno de los más importantes fue “De Ecclesiae unitate”; donde defendió la primacía del obispo de Roma; “De lapsis” contra los novacianos y “A Quirino: Tres libros de testimonios”, tiene una gran importancia para el estudio de las primeras versiones de la Biblia. Sus escritos están caracterizados, como su vida, de la compasión, de la sabiduría y del celo pastoral. Murió  en la persecución de Valeriano y Galieno, acusado de sacrílego, conspirador criminal y enemigo de los dioses de Roma. Primero fue desterrado a Curubis (África proconsular) en el 257; después, tras su vuelta a Cartago (donde se enteró de la ejecución de Sixto II), fue procesado de nuevo, y luego decapitado en Cartago; a su verdugo le entregó 25 monedas de oro por su trabajo, y al conocer su sentencia dijo: "Gracias a Dios". Es Padre y Doctor de la Iglesia. Su cabeza se encuentra en Kornelimünster, cerca de Aquisgrán. MEMORIA OBLIGATORIA. 

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