27 de septiembre de 2014

San VICENTE DE PAÚL. (1581-1660).


Martirologio Romano: Memoria de san Vicente Paúl, presbítero, que lleno de espíritu sacerdotal y entregado en París al servicio de los pobres, veía el rostro del Señor en cada persona doliente. Fundó la Congregación de la Misión (Paúles), al modo de la primitiva Iglesia, para formar santamente al clero y subvenir a los necesitados, y con la cooperación de santa Luisa de Marillac, fundó también la Congregación de Hijas de la Caridad.


Nació en las Landas en el Pouy (hoy Saint-Vicent-de Paul), en el seno de una familia de humildes labriegos (él mismo se denominaba por humildad "un porquerizo, un harapiento"). Estudió en Dax, Zaragoza y Toulouse, y fue ordenado sacerdote a los 20 años, esperando que el oficio eclesiástico le sirviese para medrar socialmente. Mientras estudiaba actuaba también como tutor de varios hijos de nobles. Se estableció en París (1608) en busca de un beneficio, después de haber estado, durante dos años, prisionero por unos piratas sarracenos, en Túnez, y de convertir a un renegado, su patrón de esclavitud, huyeron juntos hasta llegar a Aviñón donde su convertido ingresó en un convento de hermanos hospitalarios. 
El vicelegado papal Montorio se lo llevó a Roma (1608), donde estudió en la Sapienza. Volvió a Francia con una misión secreta ante Enrique IV, sin que tuviera ni éxito ni provecho. En la situación social de aquel tiempo, azotado por la peste y el hambre, Vicente fue aconsejado por el padre De Bérulle (gran teólogo y luego cardenal), que lo guió en el camino del espíritu, para que asumiera primeramente la cura pastoral de la parroquia de Clichy junto a París (1612), donde reunió en torno suyo no a parientes, sino a un grupo de jóvenes (entre los que se encontraba su primer seguidor, Antonio Portail); y luego que se hiciera capellán (preceptor) de una familia de alta aristocracia (Felipe Emmanuel de Gondi). Permanecerá con los Gondi doce años, durante los cuales sufrió interiormente por cuatro años una grave tentación contra la fe, que tuvo cierto influjo sobre su vida de perfección, que consiguió superar, descubriendo en París, en el hospital fundado por María de Médicis, la existencia y necesidad de los más pobres, a cuyo servicio hizo voto de dedicarse de por vida. Tenía un carácter irascible que le acompañará toda su vida, pero que él supo transformar. 
En 1617, se produjo un viraje que marcará su vida de misionero de los campesinos pobres, huyó de París (hecho que todavía no tiene explicación), y se marchó como párroco en Chatillon-les-Dombes, en Saboya, donde convirtió a un conde, duelista empedernido; pero sobre todo, tuvo la posibilidad de intuir, en el lecho de un pobre moribundo, que se moría de hambre y sin ayuda espiritual, que era necesario organizar una ayuda social para estas gentes. Para ello reunió a grupos de asistencia, que fueron las confraternidades de la Caridad, de las que luego saldrá la Compañía de las Hijas de la Caridad. Su magisterio se resumirá en estos dos lemas: "No me basta amar a Dios si no amo a mi prójimo". "Los pobres son mi peso y mi dolor". En 1618, con el título de capellán real, desempeñó un intenso apostolado entre los hombres que trabajaban en los navíos, descendiendo a las bodegas de aquellas cárceles flotantes y junto con la célebre "Compagnie du Saint-Sacrament" trató de confortarlos. En 1619, conoció a san Francisco de Sales y a santa Juana de Chantal, y se convirtió en superior de los monasterios de la Visitación de París (desde 1622) hasta su muerte.
En 1625, reunió a los primeros compañeros para que le ayudaran en las misiones en favor de los campesinos, y sentó las bases de la congregación de la Misión, formada por sacerdotes y hermanos, que tuvo el reconocimiento pontificio en 1633, estableciéndose más tarde en el priorato de Saint-Lazare. Los sacerdotes de la Misión, a quiénes el pueblo llamará "lazaristas" por su barrio de residencia. Tuvieron que dedicarse también a la preparación del clero, carente de formación intelectual y sobre todo moral. En 1633, reunió a las primeras doce jóvenes en torno a una penitente suya, santa Luisa de Marillac, a fin de dar forma más estable y mejor organizada a la confraternidad de las Dames de la Charité, para la atención de las masas proletarias de la ciudad especialmente durante la terrible guerra de los Treinta Años. En lugar de estar en el claustro, debían acudir a las casas de los enfermos. "Por monasterio, tendréis las salas de los enfermos, por clausura, las calles de la ciudad, por rejas el temor de Dios y por velo la santa modestia". 
Su fama era conocida en París, hasta el punto de que la regente Ana de Austria lo nombró miembro del consejo de conciencia (que se ocupaba de los nombramientos eclesiásticos, con el cargo de ministro de la caridad; pero luego abandonó este cargo por la oposición, primero de Richelieu y luego del mismo Mazarino). Luchó contra el jansenismo y logró que el papa Alejandro VII en 1653, condenase la herejía. Además de las dos principales instituciones ya nombradas, añadió a las damas de la Caridad también la rama masculina de los Siervos de los Pobres. Fue calumniado, y una vez cogió la pluma para defenderse, pero la tiró lejos diciendo: "Miserable Vicente: tu pierdes el tiempo en defenderte, mientras Jesús murió indefenso en la cruz". Murió paralítico a los 80 años en su casa de Saint Lazare, diciendo su última palabra “Confido”.
Clemente XI le canonizó en 1737, y León XIII proclamó a ese humilde campesino patrono de todas las asociaciones de caridad. Entre éstas se destaca la Sociedad de San Vicente de Paul, que Federico Ozartam fundó en París en 1883, siguiendo el espíritu del santo. Su cuerpo permanece incorrupto y descansa en la Iglesia de San Lázaro, en París. MEMORIA OBLIGATORIA. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario