10 de septiembre de 2014

San NICOLÁS DE TOLENTINO. (1245–1305).


Martirologio Romano: En Tolentino, del Piceno, en Italia, san Nicolás, presbítero, religioso de la Orden de Ermitaños de San Agustín, que, fraile de rigurosa penitencia y oración asidua, severo consigo y comprensivo con los demás, se autoimponía muchas veces la penitencia de los otros.


Nació en Sant'Angelo in Pontano de Ancona (Italia) como consecuencia de un voto que sus padres hicieron a san Nicolás de Bari (sus padres, que no tenían hijos, prometieron al santo ir en peregrinación a su santuario si tenían descendencia). Era precoz y superdotado. No tenía más que 11 años cuando oyó un sermón predicado por un agustino llamado Reginaldo: "No améis al mundo, ese mundo enemigo del alma y que tan pronto pasa con sus halagos..." Y tan hondamente penetró el sentido de estas palabras, que decidió hacerse oblato en el convento local de los ermitaños de Bréttino, uno de los grupos que con su fusión acababan de dar origen a la Orden de San Agustín (1256) y que llevaban una vida de gran austeridad y semieremítica. En 1261, realizó su profesión religiosa en San Ginesio. En los conventos vecinos realizó los estudios teológicos y filosóficos.
En 1270, después de haberse ordenado sacerdote, en Cíngoli, de manos del obispo de Ósimo, el beato Bienvenido Scotivoli, se entregó a la predicación diaria del pueblo, primero lo hizo en Cingoli; donde fue maestro de novicios de San Elpidio y después, durante 30 años, en Tolentino, donde se quedó por inspiración divina y por su salud enfermiza. Toda su vida fue un modelo de vida religiosa, con su entrega a las almas, su devoción a la cruz, su espíritu de oración y penitencia. "Señor que siempre camine ante Ti". No comía ningún manjar y, sus hermanos en religión, queriendo quitarle lo que consideraban una manía, se lo dijeron a los superiores, los cuales le indicaron que debía comer algo mejor; cuando lo hubo hecho dijo: "La obediencia se ha cumplido. Ahora, no me aburráis más con vuestras glotonerías". Su superior general tuvo que imponerle moderación en sus penitencias. Fue un hombre entregado a los pobres, a los que repartió alimentos y consejos, con una entrega heroica. Reconcilió enemistades personales, se esforzó en poner paz entre las facciones que turbaban la vida de la ciudad.
Aunque tuvo fama de taumaturgo, fue en su forma de concebir el sacramento de la Penitencia donde se manifestó toda la hondura de su personalidad: las penitencias que imponía eran muy leves, ya que él se ofrecía como penitente por las almas de los otros, imponiéndose asimismo las penitencias que debía imponer a los otros; pasó muchas horas en el confesonario. El proceso de su beatificación lo describe así: "Puro, modesto, sin ambición, tranquilo, amable, comunicativo, leal, humilde, discreto...". Parece que también se dedicó a la predicación, y fue muy solícito con sus hermanos enfermos. Murió en Tolentino diciendo: "Veo a mi Señor, Jesucristo, su Madre y san Agustín que me dicen: Enhorabuena buen y fiel servidor". Lope de Vega le cantó en la comedia "El santo de los milagros". Desde 1969 su culto se ha limitado a los calendarios locales. 
Inmediatamente después de su muerte, se formó una comisión para coleccionar pruebas sobre sus heroicas virtudes y sus milagros, pero intervino el suceso del traslado de los Papas a Aviñón, y la canonización no se decretó hasta 1446 por el papa Eugenio IV. Desde 1969 su culto se ha limitado a los calendarios locales. 

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