Martirologio Romano: En el Piceno, de Italia, san Elpidio, cuyo nombre adoptó el pueblo que conserva su venerado cuerpo.
Se dice que era originario de Capadocia. El escritor Paladio lo recuerda en su "Historia Lausica" como un eremita que vivió muchos años en una gruta junto a Jericó y fue objeto de los elogios típicos para un asceta que, abandonando la compañía de los hombres, eligió la vida solitaria de la perfección cristiana; allí vivió 25 años y se le añadieron muchos discípulos.
En esta época, apareció una nueva forma de monacato, con san Pacomio, iniciador del "cenobitismo", esto es de la vida comunitaria. En Tebaida, junto al Nilo, había fundado los primeros conventos de hombres y mujeres, divididos en celdas individuales, con la iglesia y el refectorio en común. A la cabeza de cada núcleo estaba el abad que tenía la misión de hacer observar la regla común, imponer la castidad, el trabajo, el ayuno y la recitación del Oficio Divino. Pocos años después de san Pacomio, el gran teólogo y místico oriental san Basilio el Grande escribía una regla más mitigada pero más sabia, destinada a ser la "carta magna", las constituciones, de todo el monacato cristiano, ya sea en Oriente como en el Occidente, a través de la Regla benedictina. San Basilio ponía el acento sobre el trabajo manual e intelectural y reforzaba la autoridad del abad para eliminar los excesos de las fantasías personales. No siempre los resultados respondieron a las buenas promesas: muchos monjes, auténticos vagabundos, abandonaban el convento para recorrer los caminos o ir a las grandes ciudades, o se dedicaban a ejercicios ascéticos tan insólitos como espectaculares, como los "estilitas", que vivían inmóviles como estatuas sobre una columna y daban sabios y raros consejos a los peregrinos que se acercaban para admirarles. También Elpidio habría dejado el cenobio por un período de vida austera y solitaria en las cercanías de Jericó, si aceptamos esta versión de la vida del santo, que en un segundo tiempo se trasladó a Piceno para establecer una comunidad monástica o para realizar una forma de apostolado entre el pueblo.
Algunos estudiosos son del parecer que Elpidio era natural de Piceno y allí transcurrió toda su vida, adecuándose a una regla ascética del todo personal, que le llevó al aprecio y más tarde a la devoción de toda la región.
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