13 de septiembre de 2014

San AMADO DE REMIREMONT. (565-630).


Martirologio Romano: En Sens, de Neustria (hoy Francia), san Amado, presbítero y abad, célebre por su austeridad, ayunos y amor a la soledad, presidió sabiamente el monasterio de Habend, que había fundado junto con san Romarico

Nació en un arrabal de Grenoble, en el seno de una familia galo-romana, y siendo todavía niño fue conducido por su padre hacia el año 581 a la abadía de Saint-Moritz en Agauno, Suiza, donde se inició en la vida monástica; fue ordenado de sacerdote y pasó treinta años en la práctica de la oración y de la vida religiosa. Con todo esto fue creciendo cada vez más en él el ansia de la soledad y de la vida eremítica, por lo cual escapó del monasterio y se internó en la montaña, donde se entregó a una vida completamente solitaria. La “Vita” acumula en este lugar diversos hechos más o menos milagrosos, que debieron ocurrir en este tiempo.
Pasando por Agauno el abad de Luxeuil, san Eustaquio, camino de Italia, quedó prendado de la virtud de Amado, a quien visitó y con quien tuvo interesantes conversaciones en su soledad; por lo cual, al volver de Roma en 614, se lo llevó consigo diciendo que no debía permanecer oculta aquella maravillosa lumbrera que Dios había enviado al mundo, y así, durante algún tiempo, Amado se dedicó a predicar en el territorio de Austrasia, donde arrastraba a los hombres con su ejemplo y produjo extraordinario fruto.
Pues bien, en una de sus misiones se encontró con un gran señor, llamado Romárico, ansioso de fundar un monasterio en sus dominios de Remiremont, en la región de los Vosgos. Conducido, pues, por Amado al célebre monasterio de Luxeuil, hízose él mismo monje, y con la aprobación y consejo de san Eustaquio fundaron el nuevo monasterio de Remiremont, con la regla benedictina, del que fue nombrado abad el mismo Amado. La vida monástica arraigó rápidamente. Bien pronto quedó organizado un monasterio de religiosas, que mantenían el “Laus perennis”, como se hacía en Agauno. Amado dejó a san Romarico al frente de los monjes, retirándose él a una gruta solitaria, donde se entregó de nuevo a la vida de contemplación, que constituía sus delicias. Solamente los domingos volvía al monasterio doble de Remiremont, donde daba interesantes instrucciones ascéticas a los religiosos y a las religiosas.
Finalmente, rodeado éste de la mayor veneración de todos, después de haberse distinguido en la dirección de los religiosos y religiosas que la Providencia le había confiado, sufrió con heroica paciencia durante un año las molestias de una horrible enfermedad, y viendo que se acercaba su fin, pidió humildemente perdón de sus faltas, y entregó su alma a Dios. La iglesia de Saint-Amé, cerca de Remiremont, ha sido construida junto a la gruta donde murió. No lejos de Agauno, una capilla señala el lugar probable de su primer retiro.

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