Martirologio Romano: En París, Francia, pasión de los beatos mártires Juan María du Lau d'Allemans, Francisco José y Pedro Ludovico de la Rochefoucauld, obispos, y noventa y tres compañeros, clérigos o religiosos, que, estando juntos en el convento del Carmen, fueron masacrados por Cristo por odio a la religión por haber rechazado prestar el impío juramente impuesto al clero durante la revolución francesa.
La Revolución Francesa se convirtió en un baño de sangre. Al lado de los que murieron en la guillotina hay que añadir estos mártires de septiembre, sacrificados por una salvaje masacre.
La razón por la que estaban en la cárcel era porque se habían negado a prestar el juramento exigido por la Constitución Civil del Clero. Esta constitución, reformaba la Iglesia de Francia, separándola de la obediencia a la primacía del Pontífice, y haciéndola nacional. Para ello se confiscaron muchos bienes y se abolieron privilegios de la Iglesia. Jansenistas, galicanos y volterianos se unieron a esta idea. Los párrocos serían elegidos por los electores del distrito, sin tener en cuenta su preparación o su fe. Los obispos eran elegidos sin la confirmación papal aunque podían comunicarle el nombramiento en señal de comunión.
El rey Luis XVI pidió al Papa si era legítimo esta ley, y éste contestó que no tenía facultad el rey para reformar la Iglesia, y a pesar de ello firmó. Así todo el que rehusaba perdía el cargo y todos sus derechos. Pío VI declaró en un breve, la herejía de la ley y el rey Luis XVI se negó a seguir con la farsa.
Tras el derrocamiento de la monarquía se agravaron las penas contra los sacerdotes y se comenzó la caza de aquellos que se negaron a prestar juramento constitucional. Aparte de la cárcel de La Force se convirtieron en cárcel el convento de los carmelitas, el seminario de San Fermín y la abadía de San Germán de los Prados. Llegaron a estas cárceles conforme fueron siendo apresados a partir del 11 de agosto.
Se dice que la causa de la masacre de los eclesiásticos fue el furor provocado por las noticias provenientes de Verdún, asaltada el 1 de septiembre por los prusianos, y que provocó que como venganza se pidiera la muerte de los traidores, es decir, los monárquicos y los clérigos y religiosos. El día siguiente, domingo 2 de septiembre de 1792, Marat publicaba una proclama en el periódico L’Ami du Peuple que era una invitación a terminar con los enemigos.
Salían ya de París algunas carretas cargadas de sacerdotes deportados cuando fueron devueltos al Ayuntamiento y desde allí la plebe enfurecida los acompañó a la abadía de San Germán. Tres sacerdotes fueron linchados y los demás en una sala fueron juzgados y ejecutados, cuando se negaban a prestar juramento, a golpe de sable. De los caídos por la fe en aquella abadía Pío XI beatificó a 21.
Ejecutados los primeros sacerdotes, la plebe se dirigió al convento del Carmen. Aquí los detenidos habían organizado su vida de forma que fuera lo más reglamentada posible. Alojados de forma miserable en la iglesia, se les había concedido el derecho a pasearse una hora a la mañana y otra en la tarde por el jardín. Al fondo de los jardines había un oratorio donde los futuros mártires entraban a orar en estas horas de paseo. Un sacerdote que tenía las Actas de los Mártires había leído cada día unas páginas del mismo para prepararse al martirio si venía. Temiendo que se les asesinara todos se habían confesado. El día 2 los revolucionarios llegaron con la hora del paseo. Fuerzan la guardia y entran en los jardines reclamando al arzobispo de Arles. Disparan y matan a varios sacerdotes, los demás intentan esconderse.
El arzobispo de Arles, monseñor Lau, llega acompañado de varios sacerdotes y son asesinados sin formalidad. Luego se dirigen al oratorio y disparan y matan a los que allí estaban. Interviene el comisario Maillard que ordena que los sacerdotes sean llevados a la iglesia y sean juzgados, los que se negaron a prestar juramento fueron asesinados con los sables y bayonetas. Las victimas fueron 95.
Por no constar con la suficiencia que se requiere para un proceso de beatificación, algunos nombres no fueron incluidos en la lista de los beatificados. Algunas reliquias se conservan en la iglesia de los Carmelitas. El Papa Pío XI los beatificó a todos en 1926.
Sus nombres son: Armando Faucauld de Pontbriand, Vicario general. Francisco Ludovico Méallet de Fargues, Vicario general. Gabriel Desprez de Roche, Vicario general. Juan Antonio Jacinto Boucharéne de Chaumeils, Vicario general. Julio Honorato Cipriano Pazery de Thorame, Vicario general. Pedro Francisco Pazery de Thorame, Vicario general. José Tomás Pazery de Thorame, canónigo. Juan Goizet, arcipreste. Andrés Angar, Pbro. Andrés Grasset de Saint-Sauveur, Pbro. Claudio Chaudet, Pbro. Claudio Colin, Pbro. Enrique Hipólito Ermés, Pbro. Francisco Cesar Londiveau, Pbro. Francisco Dardan, Pbro. Francisco Dumasrambaud de Calandelle, Pbro. Francisco Urbano Salins de Niart, Pbro. Gaspar Claudio Maignien, Pbro. Jacobo Alejandro Menuret, Pbro. Jacobo Francisco de Lubersac, Pbro. Jacobo José Lejardinier Deslandes, Pbro. Jacobo Juan Lemeunier, Pbro. José Becavin, Pbro. Juan Antonio Bernabé Séguin, Pbro. Juan Antonio Guilleminet, Pbro. Juan Bautista Claudio Aubert, Pbro. Juan Bautista Janin, Pbro. Juan Bautista Nativelle, Pbro. Juan Enrique Ludovico Miguel Samson, Pbro. Juan Felipe Marchand, Pbro. Juan Francisco Bosquet, Pbro. Juan Lacan, Pbro. Juan Pedro Bangue, Pbro. Juan Roberto Quéneau, Pbro. Julián Poulain-Delaunay, Pbro. Ludovico Francisco Andrés Barret, Pbro. Ludovico Longuet, Pbro. Ludovico Lorenzo Gaultier, Pbro. Ludovico Mauduit, Pbro. Matías Agustín Nogier, Pbro. Maturino Víctor Deruelle, Pbro. Nicolás Clairet, Pbro. Oliverio Lefévre, Pbro. Pedro Landry, Pbro. Pedro Ludovico José Verrier, Pbro. Pedro Ploquin, Pbro. René Nativelle, Pbro. René Nicolás Poret, Pbro. Roberto le Bis, Pbro. Tomás René Dubuisson, Pbro. Vicente Abraham, Pbro. Esteban Francisco Deusdedit de Ravinel, diácono. Jacobo Agustín Robert de Lezardiéres, diácono. Ludovico Alejo Matías Boubert, diácono. Augusto Dionisio Nézel, seminarista. Bernardo Francisco de Cucsac, sulpiciano. Claudio Rousseau. sulpiciano. Enrique Augusto Luzeau de la Moulonniére, sulpiciano. Jacobo Esteban Felipe Hourrier, sulpiciano. Jacobo Gabriel Galais, sulpiciano. Juan Antonio Savine, sulpiciano. Juan Bautista María Tessier, sulpiciano. Juan Bautista Miguel Pontus, sulpiciano. Pedro Gauguin, sulpiciano. Pedro Miguel Guerin, sulpiciano. Pedro Nicolás Psalmon, sulpiciano. Tomás Nicolás Dubray, sulpiciano. Ambrosio Agustín Chevreux, O.S.B. René Julián Massey, O.S.B. Ludovico Barreau de la Touche, O.S.B. Carlos Francisco Le Gué, S.I. Carlos Jeremías Béraud du Pérou, S.I. Claudio Antonio Raoul Laporte, S.I. Claudio Cayx-Dumas, S.I. Claudio Francisco Gagniéres des Granges, S.I. Francisco Balmain, S.I. Francisco Vareilhe-Duteil, S.I. Guillermo Antonio Delfaud, S.I. Jacobo Julio Bonnaud, S.I. Juan Charton de Millon, S.I. Luis Tomás Bennotte, S.I. Maturino Nicolás Le Bous de Villeneuve de la Ville-Crohain, S.I. Santiago Friteyre-Durvé, S.I. Vicente José le Rousseau de Rosencoat, S.I. Apolinar Morel de Posat, O.F.M.cap. Juan Francisco Burté, O.F.M.conv. Severino Girault, Terciario Franciscano. Francisco Lefranc, eudista. Francisco Ludovico Hébert, eudista. Salomón, H.E.C. Urbano Lefévre, S.M.E. Carlos Regis Mateos de la Calmette, conde de Valfons.

Cuando se convocaron los Estados Generales, junto con el obispo de Clermont, presentó una moción sobre la “Constitución Civil del Clero”, en la que se ofrecía la creación de un concilio nacional de Francia. En este hecho se quiso ver una tendencia al galicanismo de nuestro beato, ya que no se habla del Papa; parece ser que era una manera de evitar que este espinoso asunto lo tratase la Asamblea, y luego se hablaría con el Pontífice.
En 1792 se negó a prestar juramento constitucional, con lo cual se decretó la deportación de todos los obispos refractarios, Juan María protestó ante semejante injusticia contraría a los principios de libertad religiosa que la Revolución decía defender. Cuando el asalto a las Tullerías y la suspensión del poder real, se mandó detener a todo los obispos que se encontrasen en París. Juan María fue detenido con todos los sacerdotes de la parroquia de San Sulpicio, fue llevado ante el tribunal donde de nuevo se negó a prestar juramento civil, y se decidió, encarcelarlos en la iglesia carmelita de Rue de Rennes. Al entrar en el Carmen, en un principio no se les permitió tener comunicación entre sí, ni que ejerciesen ningún acto religioso, pero más tarde esta situación se mitigó un poco.
El arzobispo exhortaba a todos a la paciencia. Su presencia era conocida, por eso cuando llegaron las turbas para asaltar el convento, exhortó a todos los sacerdotes y religiosos a afrontar el martirio como auténtica gracia de Dios. Las turbas preguntaron por él y se produjo el siguiente diálogo: -¿Eres tú el arzobispo de Arles? –Sí, señores, yo soy. -Malvado: tu eres el que ha hecho verter la sangre de tantos patriotas en Arlés. –Señores que yo sepa jamás he hecho mal a nadie. –Pues entonces yo quiero hacértelo a ti. Y en aquel momento le destrozaron el cráneo a sablazos.

Cuando las circunstancias políticas de la negativa a jurar la Constitución, hubo de dejar su diócesis y marchar a París, y allí fue detenido y llevado al convento del Carmen. Cuando los revolucionarios asaltaron el edificio, cayó herido en los primeros momentos sobre el suelo del jardín. Su hermano el beato Pedro Ludovico de La Rochefoucauld-Maumont, obispo de Saintes, lo retiró a la iglesia, de donde fueron sacados en los últimos momentos de la matanza a la escalera de la capilla al jardín y allí murieron a sablazos.

No quiso prestar juramento constitucional, y tuvo que abandonar su diócesis. Junto a su hermano se marcho a París donde fue arrestado, y llevado al Ayuntamiento y después al convento del Carmen.
Cuando el asalto de los revolucionarios vio a su hermano malherido, lo arrastró como pudo al interior de la iglesia queriendo auxiliarle. Pero cerca de las 6 de la tarde, cuando ya habían sido juzgados y ejecutados la mayoría de los sacerdotes, ambos hermanos fueron obligados a salir al jardín, en cuyas escaleras ambos fueron asesinados a sablazos.


Fue encarcelado junto a un numeroso grupo de eclesiásticos en el monasterio carmelita de París ("Les Carmes") con su sobrino Dom Ludovico Barreau de la Touche y Dom René Julián Massey y ejecutado durante la masacre general.

A pesar de la santidad de su vida y acción, tuvo que sufrir injustas acusaciones de herejía e inmoralidad. Destinado a Siria como misionero, fue a París en 1788 para instruirse en la lengua y cultura asiática. En la capital francesa ejerció también el apostolado, un tiempo clandestino, dedicado en particular a los alemanes. Por negarse a firmar la “Constitución Civil del Clero”, impuesta por la Revolución, fue encerrado en el convento de los Carmelitas de París el 14 de agosto de 1792, y asesinado el 2 de septiembre del mismo año.
.jpg)
Después del derrocamiento de la monarquía, al comienzo de la Revolución francesa, el blanco siguiente fue la Iglesia. En 1790, la “Constitución Civil del Clero” dio al estado el control de la Iglesia en Francia. Los sacerdotes y religiosos debían prestar juramento de fidelidad a la Constitución bajo pena de exilio, de encarcelamiento y hasta de muerte. La mayor parte de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle) se negaron y tuvieron que abandonar sus escuelas y comunidades, y esconderse, el Instituto ya no tenía estatuto legal.
El Hermano Salomón era en esa época secretario del Hermano Agathon, Superior General, después de haber sido maestro, director, ecónomo. Manifestó siempre gran amor por las almas y gran abnegación en sus tareas. Habiéndose negado a prestar juramento, vivía solo en París en la clandestinidad. Conservamos de él numerosas cartas que escribía a su familia. La última lleva la fecha del 15 de agosto de 1792. Ese mismo día fue arrestado y encerrado en el Convento de los Carmelitas transformado en prisión, junto a numerosos obispos, sacerdotes y religiosos. El 2 de septiembre casi la totalidad de los prisioneros fueron exterminados, pasados a cuchillo en los locales y el jardín del Convento. Fue el primero de nuestros Hermanos mártires y también el primero en ser beatificado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario