Martirologio Romano: En Lérida, en España, beato Francisco de Paula Castelló Aleu, mártir, que, condenado en la referida persecución religiosa, arrostró la muerte con ánimo apacible y gran fortaleza.
Nació en Alicante. Su padre murió cuando todavía era muy niño, y la familia tuvo que trasladarse a Lérida. La madre, que era maestra, la trasladaron a Juneda, Lérida. Francisco ingresó interno en el colegio de los maristas de Lérida, estando estudiando aquí el bachillerato le comunicaron la noticia de la muerte de su madre. Tenía dos hermanas, y eran huérfanos. El jesuita Joan Calaf, y su tía María Castelló, se hicieron cargo de ellos. Francisco terminó el bachillerato brillantemente.
Becado marchó a estudiar Química al Instituto fundado por el padre Eduardo Victoria, en 1930. Trabajó, y su nómina no llegaba a casa, porque se muestraba solidario con los pobres. En su vida tendrán mucha importancia los Ejercicios Espirituales, que le ayudarán a centrar su vida espiritual. Fue un joven que irradiaba alegría. Mientras estudiaba en Barcelona, se produjo la República y la creación de la Generalitat, aunque Francisco la apoyó, decidió no entrar en política al darse cuenta la persecución religiosa. El Instituto jesuita donde estudiaba fue incautado, y junto con su amigo jesuita Román Galán, terminó sus estudios, en Oviedo, donde obtuvo la Licenciatura en 1934.
Regresó a Lérida donde trabajó y observó las necesidades de instrucción de los trabajadores, por eso ingresó en el Movimiento de Jóvenes Cristianos de Cataluña, dependiente de la Acción Católica. Conocidos como los “Fejocistas” constituyeron un fuerte movimiento cristiano de juventud; más de 300 murieron por la fe durante los días de la guerra civil. La razón del Movimiento fue la formación y la acción; centrada sobre todo entre los más marginados de la sociedad. También se ocupó del Movimiento Scout. Fue socio del Centro Excursionista de Lérida. En 1935 trabajó como ingeniero químico en la fábrica Cros S.A. de Lérida.
En 1936, se comprometió con María Pelegrí Esquerda, Mariona, a quien amó profundamente. En este mismo año ingresó en el ejército de la República como soldado de complemento. Fue un buen soldado y no escondió su condición de cristiano. La guerra civil le sorprendió mientras realizaba el servicio militar que, consciente de la gravedad del momento, no quiso esconderse, sino ofrecer su juventud –tenía 22 años- en sacrificio de amor a Dios y a los hermanos, dejándonos tres cartas, ejemplo de fortaleza, generosidad, serenidad y alegría, escritas antes de morir a sus hermanas, a su director espiritual y a su novia, María Pelegrí. “No puedo sentir pena alguna por mi suerte. Una alegría extraña, interna, intensa, fuerte, me invade. Quisiera hacerte una carta triste de despedida pero no puedo. Estoy todo envuelto en ideas alegres, como de un presentimiento de la gloria”.
En el momento del Alzamiento, fue arrestado por ser cristiano, pero se le ofreció la libertad, si escondía su fe. Pasó en prisión dos veces, siempre estába alegre, a pesar de los insultos de sus guardianes. En el juicio, como no lo pudieron acusar de nada político, le acusaron de ser católico y le condenaron a muerte, el Presidente del tribunal, dijo que podía defenderse y él respondió: “No hace falta. ¿Para qué? Si el ser católico es un delito, acepto muy a gusto ser delincuente, ya que la mayor felicidad que puede encontrar una persona en este mundo es morir por Cristo. Y si mil vidas tuviera las daría sin dudar un momento por él...”
Durante los momentos antes de su ejecución, escribió tres cartas: a su novia, a las dos hermanas y a la tía, y al jesuita su amigo. Antes de morir en el cementerio de Lérida dijo: ”Os perdono a todos. Hasta la eternidad”. Todos gritaron “Viva Cristo Rey”. Fue beatificado por SS Juan Pablo II en la causa conjunta de los 233 mártires elevados a los altares en marzo de 2001, concentrados en una única causa en Valencia (aunque no todos fueran de origen valenciano).
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