Martirologio Romano: En Marsella, en Francia, santa Emilia de Vialar, virgen, que tras haber trabajado con denuedo por difundir el Evangelio en países lejanos, fundó la Congregación de las Hermanas de San José de la Aparición y la propagó ampliamente.
Nació en Gaillac, en Tarn, en el seno de una familia noble, con título de baronía; perdió muy pronto a su madre. Estudió en París en el pensionado de l’Abbaye-au-Bois, regentado por las religiosas de Nuestra Señora. Volvió con 18 años a su casa y gobernó la casa del padre hasta los 35 años, ejercitando la oración y las obras de caridad con los más pobres algo que no entendían ni su padre ni su ama de llaves (una persona despótica que la hizo sufrir mucho). Durante este tiempo tuvo que soportar con paciencia, a causa de una depresión, el carácter iracundo de su padre.
Como recibió una fuerte herencia, decidió dedicarse a la fundación de un Instituto religioso (Hermanas de San José de la Aparición (la Aparición del arcángel Gabriel a San José) en el 1832. En 1835, accedió a una invitación de su hermano Agustín, que era concejal en Argel, y partió para fundar en Argelia, pero sobre todo para atender a los enfermos de cólera. Después vino otra fundación en Túnez.
Superó grandes pruebas: como las luchas con el obispo de Argel, monseñor Dupuch, que quiso inmiscuirse en el régimen interno de la Congregación. Emilia se opuso enérgicamente durante tres años, por lo que el obispo las expulsó de Argelia en 1843, con la connivencia de la diócesis de París. Vino también la mala administración y dilapidación de los bienes de la Congregación por parte de una de las cofundadoras, Paulina Gineste, que una vez fuera la Congregación, denunció a Emilia para exigir su dote hasta traicionarla y humillarla, de manera que Emilia y otras compañeras tuvieron que salir de la casa madre de Galliac y establecerse en un modesto local de Toulouse. Pero aquí también tuvieron la desaprobación del obispo, hasta que establecieron la casa madre en Marsella. Obtuvo la aprobación del obispo de Marsella, san Eugenio de Mazenod, y en 1842 de la Santa Sede y en 1855 del gobierno francés; cuando murió a causa de una hernia estrangulada ya había fundado en Europa, África y Asia. Su canonización tuvo lugar en 1951 por SS Pío XII.
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