Martirologio Romano: San Eusebio, primer obispo de Vercelli, en la Liguria, que consolidó la Iglesia en toda la región subalpina y que, por defender la fe del Concilio de Nicea, fue desterrado por el emperador Constancio a Escitópolis y, posteriormente, a Capadocia y a la Tebaida. Vuelto a su sede después de ocho años, trabajó con empeño y valentía para restablecer la fe contra los arrianos.
Natural de Cerdeña y según se dice, su padre murió mártir. Realizó sus estudios en Roma donde tuvo como compañero al futuro papa san Liberio; llegó a lector. En el 340 fue nombrado primer obispo de Vercelli en el Piamonte, quedando bajo su cuidado una gran parte de la región piamontesa (incluidas Novara, Ivrea y Tortona); fue consagrado en Roma por el papa san Julio I en el 345. En los primeros años de episcopado fue el primero que introdujo en Occidente la vida común del clero diocesano en el llamado “cenobio”. Se le atribuye la fundación de un monasterio femenino, cuya primera superiora fue su hermana Eusebia. En su ministerio tanto éxito, que como refiere san Ambrosio de Milán, se "podía ver en los mismos hombres la abnegación del contemplativo y el celo del ministerio".
Combatió el arrianismo con todo su ardor; sufrió por su fidelidad a la doctrina cristiana y defendió a san Atanasio de Alejandría. Fue perseguido por los arrianos por su ortodoxia; después del sínodo de Milán (355) fue contado entre los perturbadores de la paz y exiliado a Palestina (Escitópolis), junto con santos Dionisio de Milán y Lucifer de Cagliari donde estuvo sujeto al obispo filoarriano Patrófilo; luego a Capadocia y, por última a la alta Tebaida. Tantas fueron las persecuciones y tantos los destierros que le merecieron el título de "mártir". El mismo nos cuenta en una carta las penalidades de su destierro: "Empezamos con la ayuda del Señor a servir de nuevo a los necesitados... Pero su crueldad no pudo resistir esto y convirtieron nuestro amor en odio suyo... Apenas lo toleraron veinticinco días, y, enfurecidos nuevamente, con un numeroso grupo de sicarios armados de palos invadieron nuestro refugio y, rompiendo paredes llegaron hasta nosotros. De allí me llevaron para encerrarme en una prisión más estrecha donde sólo pudo acompañarme nuestro queridísimo presbítero Tegrino. A los demás hermanos, o sea, a los presbíteros y diáconos, los cogieron y encerraron durante tres días, para después enviarlos diseminados al destierro. A los demás hermanos que venían a visitarme los encerraron durante muchos días en la cárcel pública. Hecho esto, retornaron a nuestro anterior refugio y destruyeron cuanto habíamos comprado para nuestro alimento y para los pobres".
Por fin puede volver a Vercelli en el 361 (después de la muerte de Constancio, favorable al arrianismo); pero antes de volver a Italia, bajo Juliano, se marchó a Alejandría para visitar a san Atanasio y asistir al sínodo convocado por Atanasio; san Jerónimo escribió: "al regreso de Eusebio, Italia ha dejado el luto".
Junto con san Hilario de Poitiers siguió combatiendo con toda su energía al arrianismo e intentando alejar de la sede milanesa al obispo arriano Auxencio. Un historiador moderno dice de él: "No pretendió ser un hombre de partido, sino que sólo quiso ser un hombre de Dios". Escribió varias cartas doctrinales, y se le atribuyen otros escritos, pero no están probados. Fue un ardiente animador de la vida monástica. Murió tranquilamente en Vercelli. La leyenda dice que murió lapidado. MEMORIA FACULTATIVA.
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