2 de agosto de 2015

NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES o Porciúncula



Es una advocación mariana de la Iglesia Católica en la que se recuerda a María Santísima como reina de los ángeles, los cuales tuvieron parte activa en su vida terrena y en su Asución a los Cielos.

El 2 de agosto la Iglesia celebra una gran fiesta de amor, llamada La Porciúncula o Nuestra Señora de los Ángeles en razón al nombre de la basílica de Asís. 

El nombre Porciúncula significa «pequeña porción de tierra» y fue mencionado por vez primera en un documento que data de 1045, actualmente en los archivos de la Catedral de San Rufino, en Asís.
Con este nombre también se denomina a la indulgencia plenaria que pueden ganar los fieles católicos el 2 de agosto (u otro día que designe el ordinario local para aprovechamiento de los fieles).


HISTORIA:

Narra una antigua leyenda que la iglesia fue fundada en el año 352, con permiso del papa Liberio, por cuatro ermitaños de Palestina que la dedicaron a Santa María de Josafat, y consagraron el altar en honor de la Virgen de la Asunción. La misma tradición añade que los benedictinos la hicieron más grande en el siglo VI, dándole el nombre de Santa María de los Ángeles.
Lo cierto es que cuando san Francisco, en el período de su conversión, andaba por el campo silvestre de Asís buscando lugares solitarios, al encontrar la Porciúncula medio en ruinas, la restauró con sus manos. 
En 1211 la recibió en don por los monjes del monte Subasio, para hacer de ella la cuna y madre de su naciente Orden. Y fue aquí donde el Poverello, una mañana de Febrero de 1209, oyendo en la Misa de San Mateo leer el Evangelio del apostolado, lo acogió como un llamamiento a una nueva vida de renuncia y de sacrificio; aquí, tres años después, la noche del 19 de Marzo de 1212, Clara Favarone di Offreduccio, recibida por los hermanos en Cristo con antorchas encendidas y cantos de júbilo, vino a consagrarse para siempre al Seño, trocando sus vestidos de seda por la áspera túnica franciscana.
La iglesia se dedicó de nuevo al culto el 2 de agosto de 1215; aquí, en Julio de 1216, el Seráfico Padre, rogando a Jesús por la salvación de las almas y la conversión del mundo, obtiene de Él la célebre indulgencia del Perdón de Asís. En torno de la Porciúncula los frailes se reunían, venidos de todas partes del mundo, para tener sus solemnes capítulos; de aquí partían los humildes heraldos del buen Dios para las misiones más lejanas y peligrosas; aquí quiso ser traído el Patriarca de los pobres en el otoño del 1226, para morir allí donde había renacido a nueva vida.

INDULGENCIA DEL PERDÓN DE ASÍS o DE LA PORCIÚNCULA:

Cuenta Doña Emilia de Pardo Bazán en su “Vida de San Francisco” que una noche, en el monte cercano a la Porciúncula, ardía Francisco de Asís en ansias de la salvación de las almas. Un ángel le ordenó bajar del monte a su Santa María de los Angeles. Allí vio a Jesucristo, a su Madre y a multitud de espíritus. Oyó la voz de Jesús: - Pues tantos son tus afanes por la salvación de las almas, pide, Francisco, pide. Francisco pidió una indulgencia plenaria, que se ganase con sólo entrar confesado y contrito en aquella capilla de los Ángeles.- Mucho pides, Francisco, pero accedo contento. Acude a mi Vicario, que confirme mi gracia. Al alba, tomó el camino de Perusa, acompañado de Maseo de Marignano. Estaba en Perusa el Papa Honorio III. - Padre Santo -dijo Francisco, en honor de María he reparado una iglesia; hoy vengo a solicitar para ella indulgencia. Dime cuántos años e indulgencias pides.- Padre Santo -replicó Francisco-, lo que pido no son años, sino almas. No puede conceder esto la Iglesia -objetó el Papa.- Señor -replicó Francisco-, no soy yo, sino Jesucristo, quien os lo ruega. En esta frase hubo tal calor, que ablandó el ánimo de Honorio, moviéndole a decir: - Me place, me place, me place otorgar lo que deseas. Y llamó a Francisco: -Otorgo, pues, que cuantos entren confesados en Santa María de los Ángeles sean absueltos de culpa y pena; esto todos los años perpetuamente, mas sólo en el espacio de un día natural. Bajó Francisco la cabeza en señal de aprobación, y sin despegar los labios salió de la cámara. - ¿Adónde vas, hombre sencillo? -gritó el Papa-. Me basta -respondió Francisco- lo que oí; si la obra es divina, Dios se manifestará en ella. Sirva de escritura la Virgen, Cristo el notario y testigos los ángeles. Y se volvió de Perusa a Asís. Llegando a Collestrada, se desvió de sus compañeros para desahogar su corazón en ríos de lágrimas; al volver de aquel estado de plenitud y de gozo, llamó a Maseo a voces: ¡Maseo, hermano! De parte de Dios te digo que la indulgencia que obtuve del Pontífice está confirmada en los cielos. 

Retraso:
El tiempo corría el tiempo sin que Honorio autorizara la indulgencia; el retraso atribulaba a Francisco. En una fría noche de enero se encontraba abismado. Impensadamente pensó que obraba mal, que faltaba a su deber trasnochando y extenuándose a fuerza de vigilias, siendo un hombre cuya vida era tan esencial para el sostenimiento de su Orden. Pensó que tanta penitencia pararía en enflaquecer y perder su razón, y le entró congoja. Para desechar esta tentación, nacida del cansancio de su cuerpo, se levantó, y se arrojó sobre una zarza, revolcándose en ella. Manaba sangre de su piel, y se cubría el zarzal de rosas, como las de mayo. Francisco se encontró rodeado de ángeles que cantaban a coro:- Ven a la iglesia; te aguardan Cristo y su Madre. Francisco se levantó transportado y caminó luminoso. Sobre su cuerpo veía Francisco un vestido transparente como el cristal. Cogió de la zarza florida doce rosas blancas y doce rojas, y entró en la capilla. Allí estaban Cristo y su Madre, con innumerables ángeles. Francisco cayó de rodillas. María se inclinó hacia su hijo, y éste habló así: - Por mi madre te otorgo lo que solicitas; y sea el día aquel en que mi apóstol Pedro, encarcelado por Herodes, vio milagrosamente caer suscadenas (1 de agosto). Ve a Roma; notifica mi mandamiento a mi Vicario; llévale rosas de las que han brotado en la zarza; yo moveré su corazón. Francisco se levantó, fue a Roma con Bernardo de Quintaval, Ángel de Rieti, Pedro Catáneo y fray León, la ovejuela de Dios. 

Tres rosas:
Se presentó al Papa llevando en sus manos tres rosas encarnadas y tres blancas de las del prodigio. Intimó a Honorio de parte de Cristo que la indulgencia había de ser en la fiesta de San Pedro ad Víncula. Le ofreció las rosas, frescas y fragantes. Se reunió el Consistorio, y ante las flores que representaban en enero la primavera, fue confirmada la indulgencia.
Escribió el Papa a los obispos circunvecinos de la Porciúncula, citándoles para que se reunieran en Asís el primer día de Agosto, a fin de promulgar la indulgencia solemnemente. «En el día convenido apareció Francisco en un palco con los siete obispos a su lado, y pronunció una plática ferviente sobre la indulgencia. Los obispos se indignaron, y cuando el obispo de Asís se levantó resuelto a proclamar la indulgencia por diez años solos, en vez de esto repitió las palabras de Francisco; unos después de otros, reprodujeron los obispos el primer anuncio.

RECONOCIMIENTOS Y EXPANSIÓN DE LA DEVOCIÓN:

Durante muchos años, fue sólo conocida oralmente la indulgencia de la Porciúncula. Para la solemne inauguración de este perdón en la Porciúncula, Francisco escogió Agosto 2, porque fue el primer aniversario de la consagración de esta santa capilla, y porque Agosto 1, era la fiesta de la liberación de San Pedro de las cadenas que tenía en la cárcel (Agosto 2, es el día de Nuestra Señora de los Angeles).
En presencia de los obispos de Asís, Perugia, Todi, Spoleto, Gubbio, Nocera y Foligno, anunció Francisco a la multitud la gran noticia: «Quiero mandaros a todos al paraíso anunciándoos la indulgencia que me ha sido otorgada por el Papa Honorio. Sabed, pues, que todos los aquí presentes, como también cuantos vinieren a orar en esta iglesia, obtendrán la remisión de todos sus pecados».
Jesús y María confirmaron su aprobación del Gran Perdón de la Porciúncula. Una vez a un santo fraile franciscano, beato Conrado de Ofida, la Virgen Santísima se le apareció envuelta en un rallo de luz, con el niño Jesús en sus brazos, en la puerta de la Porciúncula. El niño bendecía a todos los peregrinos que entraban en la capilla de su Madre para adquirir el perdón de los pecados.
Mas tarde los obispos de Asis y otros Papas promulgaron documentos confirmando "El gran Perdón de la Porciúncula". La pequeña iglesia dedicada a la Santísima Virgen se convirtió en uno de los mas famosos santuarios de peregrinación de toda Europa. 
Allí se conservan su cordón, su imagen con las palomas, las rosas sin espinas milagrosas sobre las que se tiró rechazando la tentación del desaliento y la capilla de las lágrimas. Destruida la Basílica por un terremoto, ha sido reconstruida. Mas tarde Gregorio XV hizo extensivo el jubileo de la Porciúncula a todas las Iglesias Franciscanas del mundo.  En 1921, el Papa Benedicto XV canceló la restricción de manera que se pueda obtener indulgencias cualquier día. Según el decreto de la Penitenciaría Apostólica del 15 de julio de 1988 («Portiuncolae sacrae aedes»), se puede ganar la indulgencia en La Porciúncula durante todo el año, una sola vez al día. 
En la ciudad más grande que recibió su nombre de san Francisco de Asís, que es San Francisco en California, al occidente de los Estados Unidos, se construye la primera réplica exacta de la capilla de la Porciúncula, proyecto que cuenta con la colaboración de los franciscanos y que tiene el alto patronazgo del cardenal Willian Levada, anterior arzobispo de San Francisco. La nueva capilla será centro de peregrinación e iniciativas de paz para los Estados Unidos y el resto del mundo.
Además, en un reflejo de la influencia histórica que los franciscanos tuvieron en el desarrollo de esta zona perteneciente a la América Española, fundaron la ciudad de Los Ángeles cuyo nombre (originalmente "Pueblo de Nuestra Señora de los Ángeles de Porciúncula") deriva de la Basílica de Santa María de los Ángeles en Asís.

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