Martirologio Romano: En el lugar llamado El Saler, también en la región valenciana, beatas Elvira de la Natividad de Nuestra Señora Torrentallé Paraire y sus 8 compañeras, vírgenes del Instituto de las Hermanas Carmelitas de la Caridad y mártires, que en la prueba de la fe por Cristo, su Esposo, obtuvieron el fruto eterno.

Elvira nació en Balsareny, Barcelona en 1883. A los 23 años ingresó en el noviciado de Vic (Barcelona). En 1908 fue destinada a la Casa-Asilo de Cullera, donde hizo la profesión perpetua y en 1925 fue destinada al Colegio del Sagrado Corazón de Valencia.
En 1933 vuelve al su primer destino: Cullera pero en esta ocasión de Superiora de la Comunidad. En 1936, a pesar de las presiones de la familia para que marchara con ellos, no consintió dejar ni a las Hermanas ni a las niñas huérfanas. Murió en el Saler.
El rasgo fundamental de su espiritualidad era una caridad sin límites. El amor a Dios manifestado en el amor a los hermanos.
Eran religiosas Carmelitas de la Caridad (Vedrunas) de la comunidad de Cullera, en Valencia. La calidad evangélica de sus vidas, se puede sintetizar de este modo: Fuerte sentido comunitario, desde la respuesta de H. Pedret: «Yo iré donde vaya la madre» -por anciana la querían dejar- hasta la expresión de la superiora de la Misericordia, en el pretendido intento de liberación por su condición de catalana: «donde están la hijas debe estar la madre». La superiora alienta a sus hijas: «Hermanas nos llevan al Saler, cinco minutos y en el cielo». Y pidió ser la última en la ejecución, para poder animar a las demás. Muy lejos de lamentarse en medio de los sufrimientos, sentían mucha pena por los asilados que habían quedado huérfanos. Ellas, mujeres consagradas, llamadas a ser signo de la ternura de Dios, no podían olvidarlos. En el lugar de la ejecución la superiora entona «Cantemos al Amor de los amores», y es seguida por todas en el momento del martirio.
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