Nació en Azcoitia, Guipúzcoa. En 1903 entró como aspirante en Villaverde de Pontones, Cantabria, y al año siguiente, con el oficio de alpargatero, fue admitido al noviciado en Carabanchel Alto, donde profesó como salesiano en 1906. En 1917 embarcó para Camagüey (Cuba), de donde regresó dos años después, por motivos de salud. Allí volvió después de un segundo y largo período de estancia en Carabanchel Alto. En 1934 fue destinado a Mohernando (Guadalajara).
Don José María sufría desde hacía años de parálisis progresiva. Por esta razón se le permitió quedarse en el colegio, mientras el resto de la comunidad abandonaba por primera vez la finca, expulsados por los milicianos.
Don José María sufría desde hacía años de parálisis progresiva. Por esta razón se le permitió quedarse en el colegio, mientras el resto de la comunidad abandonaba por primera vez la finca, expulsados por los milicianos.
La definitiva evacuación posterior del día 3 de agosto le forzó a integrar la expedición a Madrid. El viaje, resultó para don José María un tormento. Al llegar a la capital, estuvieron primero en el centro de Izquierda Republicana y luego fueron trasladados a la Dirección General de Seguridad. Su delicada salud le impedía descender sin ayuda de un escalón. Un joven insinuó que le pusieran una silla como peldaño. Pero los milicianos, por toda respuesta, empezaron a echar la culpa de la guerra a los frailes. Y a él, por creerle uno de los sacerdotes ancianos, le acusaban de haber envenenado al pueblo con sermones. La primera media hora en la Dirección General de Seguridad la pasaron los detenidos de pie, cara a la pared, y con las manos atrás. Don José María agobiado por su mal, pedía insistentemente la medicina que tenía en la maleta. Su ruego fue siempre desatendido.
A las 2 de la madrugada, del día 4 de agosto, con otros salesianos procedentes de Mohernando, don José María entraba en la cárcel de Ventas. Aquí le esperaban al coadjutor nuevos sufrimientos hasta su muerte. Viendo, precisamente, que su salud se agravaba, le trasladaron inmediatamente a la enfermería, donde una “extraña” inyección que le pusieron acabó con su vida. Era el día 9 de agosto de 1936. Su cadáver permaneció algún tiempo abandonado en el patio de la enfermería. Insepulto, todavía fue objeto de insultos y burlas groseras por parte de los milicianos. Beatificado por SS Benedicto XVI el 28 de octubre de 2007.
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