Martirologio Romano: En París, capital de Francia, beatas Teresa de San Agustín (María Magdalena Claudina) Lindoine y quince compañeras, vírgenes del Carmelo de Compiègne y mártires, que durante la Revolución Francesa se mantuvieron fieles a la observancia monástica y ante el patíbulo renovaron las promesas bautismales y los votos religiosos.
Al estallar la Revolución francesa casi todas las religiosas se vieron obligadas a abandonar sus hábitos religiosos. Pero las 16 que formaban esta comunidad de religiosas carmelitas del convento de Compiègne, de común acuerdo, decidieron seguir vestidas como signo de consagración a Dios y testimonio ante los hombres. La priora era María Magdalena Lidoine. Cuando en el 1792 los disturbios por la calles aumentaron todas las religiosas de la comunidad, por inspiración de la priora se ofrecieron en holocausto "para aplacar la cólera de Dios y para que la paz divina, traída al mundo por su amado Hijo, fuese devuelta a la Iglesia y al Estado". El acto de consagración fue emitido incluso por dos ancianas religiosas que al principio se habían asustado pensando en la guillotina.
Cada día repetían este acto de consagración al martirio. Redoblaban sus vidas de oración y mortificación. El día 14 de septiembre de 1792 fueron expulsadas de su monasterio y se dividieron en cuatro grupos por distintas casas de Compiègne, pero siempre unidas en la fraternidad y en el género de vida que llevaban en el convento.
El comité revolucionario dio con su paradero y a pesar de que sus vidas no tenían trascendencia externa, porque se dedicaban sólo a rezar y hacer el bien, nada de política ni otra misión que pudiera perturbar el orden, las encarceló el 24 de junio de 1794 en lo que fue el monasterio de la Visitación, convertido entonces en cárcel. Más tarde fueron conducidas a París y encerradas en la cárcel de Conciergerie, que estaba abarrotada de sacerdotes y religiosos de ambos sexos, que estaban condenados a muerte. La llegada de las carmelitas fue un bálsamo de paz, ya que elevaron los espíritus de aquellos hombres y mujeres; durante los meses que estuvieron en prisión: cantaban, rezaban, ayudaban, vivían alegres y animaban a los más pusilánimes a confiar en el Señor y a prepararse para el holocausto.
Por fin el 17 de julio, en un juicio en el que demostraron cuánta era su fe y heroísmo... fueron condenadas a la guillotina, por su "fanatismo", por su amor a Dios y a María... Mientras eran conducidas al cadalso iban cantando el Miserere, la Salve, el Te Deum... Y al llegar al pie del patíbulo, una por una renovaba su profesión ante la Priora y cantaban el Veni Creator... subían a ser decapitadas... La última fue la Madre Priora. Sobre su martirio escribió el dramaturgo francés G. Bernanos: "Diálogo de Carmelitas".
Sus nombres son: Teresa de San Agustín (María Magdalena Claudina Lidoine), San Luis (María Ana Francisca Brideau), Ana María de Jesús Crucificado (María Ana Piedcourt), Carlota de la Resurrección (Ana María Magdalena Thouret), Teresa del Corazón de María (María Ana Haniset), Enriqueta de Jesús (María Francisca de Croissy), Teresa de San Ignacio (María Gabriela Trèzel), Julia Luisa de Jesús (Rosa Cristina de Neufville), María Enriqueta de la Providencia (María Anita Pelras), Eufrasia de la Inmaculada Concepción (María Claudia Cipriana Brard) y Constanza (María Genoveva Meunier).
Tres hermanas laicas: María del Espíritu Santo (Angélica Roussel), Santa Marta (María Dufour) y San Francisco Javier (Isabel Julieta Vérolot).
Las dos torneras, que no eran Carmelitas, sino simplemente sirvientas de la comunidad, eran: Catalina Soiron y Teresa Soiron.
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