Martirologio Romano: En Foligno, de la Umbría, beata Angelina de Marsciano, que al quedar viuda se entregó durante cincuenta años a servir a Dios y al prójimo, e inició la Congregación de las Terciarias Franciscanas, las cuales, viviendo en un monasterio, se dedican a la formación de las jóvenes.
Nació en Monte Giove cerca de Orvieto en Umbría, en el seno de una familia de la nobleza; su padre era el conde Giacomo di Binolo. Se casó por obediencia a los 15 años con Giovanni de Termis, cuando en 1393 su padre la obligó a casarse, Dios le envió la misma noche de las bodas a su ángel para protegerla. Sorprendida por su esposo en conversación con el celestial mensajero, le reveló el secreto de su alma pura y él juró imitarla. Trasladándose con su marido a Civitella d’Abruzo, se quedo viuda a los diecisiete años. Distribuyó sus bienes entre los pobres. Se hizo, junto con numerosas amigas, Terciaria franciscana. Pero el asunto suscitó las iras de los Feudatarios, que indujeron a Ladislao, rey de Nápoles, a decretarle el destierro junto con sus compañeras.
Habiendo partido con éstas de Civitella, el 31 de julio llegó a Asís y fue a visitar las tumbas de san Francisco y santa Clara. De allí se fue a Foligno, donde en 1397, con sus compañeras emitió los tres votos evangélicos de obediencia, pobreza y castidad. Así surgía el primer núcleo de Hermanas Terciarias Franciscanas Regulares. Al primer monasterio dedicado a Santa Ana, le siguieron otros: en Asís en 1421, en Viterbo en 1427, en Florencia en 1429, en Rieti y en otros lugares. En 1430 el papa Martín V, que había reunido todos estos monasterios bajo una única superiora general, puso la nueva institución bajo la jurisdicción de los Hermanos Menores, asignándole como finalidad específica la educación e instrucción de la juventud femenina. Obtuvo la aprobación del papa Bonifacio IX en 1403. Angelina, al sentir acercarse la última hora, quiso hacer la confesión general. Recibió devotamente los últimos sacramentos y exhortó a sus hijas a observar fielmente la regla franciscana. Después de haberles dado la última bendición, entró en un éxtasis delicioso. Murió en el monasterio de Santa Ana de Foligno, a la edad de 58 años. Su rostro se puso brillante con un esplendor maravilloso, y su celda se llenó de un aroma celestial. Se le hicieron solemnes funerales con participación del Obispo y de todas las autoridades, y fue sepultada en a iglesia de los franciscanos de Foligno. En 1492, al exhumar su cuerpo, fue hallado incorrupto. Aprobó su culto León XII el 8 de marzo de 1825.
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