(Ludgarda, Liutgarda, Lugarda, Lutgardis. hol.: Lutgardis van Tongeren).
Famosa guerrera.
Martirologio Romano: En el monasterio de monjas cistercienses de Aywières, en Brabante, santa Lutgarda, virgen, insigne por su devoción al Sagrado Corazón del Señor.
Nació en Tongres en Bélgica, dentro de una familia arruinada de clase media. Su familia la hizo ingresar como benedictina en Santa Catalina en Saint Troud, porque no tenía dinero para poderse casar, cuando tenía doce años. Lutgarda no tenía vocación religiosa, por lo que tomó el convento como una casa de huéspedes y continuó con su vida ordinaria de seguir alternando con los jóvenes que iban a visitarla, hasta que un día en el locutorio tuvo la visita de Cristo que le mostró la cruz como forma de salvación.
Regresó a su casa, pero su anterior vida ya no le entusiasmaba, y decidió regresar en el convento, que aunque la recibieron con las manos abiertas, no tenían mucha esperanza en su vocación, a pesar de los cambios que se habían operado en ella: "Pero su fervor de novicia fue tan extraordinario, que suscitó la envidia de sus compañeras que la calificaron de fuego de paja, de grande intensidad al declararse, pero de efímera duración". Su cambio fue tan radical que su vida fue enteramente consagrada a la oración y a la meditación de la pasión de Cristo. Fue elegida prelada, a pesar de su oposición. Su gobierno estuvo marcado por el signo de la suavidad, sólo se mostraba austera para sí. Durante varios años rigió la comunidad de Santa Catalina, pero ella se consideraba indigna para dirigir almas, y por ello decidió cambiar de Orden.
Renunció al cargo de abadesa para vivir en mayor soledad, decidió ingresar en el monasterio cisterciense de Aywières (Brabante) que se hablaba alemán, y ella sólo hablaba en francés. Así el silencio le sería todavía más real, sirviendo en los puestos más humildes a sus hermanas; su virtud era tal que quisieron elegirla abadesa, pero le pidió a María que no llegara este nombramiento, como así sucedió. Por inspiración de María, se dedicó, con la oración, y el ayuno, a la conversión de los albigenses. Tuvo muchos éxtasis místicos. Estuvo ciega los últimos once años de su vida.
Nació en Tongres en Bélgica, dentro de una familia arruinada de clase media. Su familia la hizo ingresar como benedictina en Santa Catalina en Saint Troud, porque no tenía dinero para poderse casar, cuando tenía doce años. Lutgarda no tenía vocación religiosa, por lo que tomó el convento como una casa de huéspedes y continuó con su vida ordinaria de seguir alternando con los jóvenes que iban a visitarla, hasta que un día en el locutorio tuvo la visita de Cristo que le mostró la cruz como forma de salvación.
Regresó a su casa, pero su anterior vida ya no le entusiasmaba, y decidió regresar en el convento, que aunque la recibieron con las manos abiertas, no tenían mucha esperanza en su vocación, a pesar de los cambios que se habían operado en ella: "Pero su fervor de novicia fue tan extraordinario, que suscitó la envidia de sus compañeras que la calificaron de fuego de paja, de grande intensidad al declararse, pero de efímera duración". Su cambio fue tan radical que su vida fue enteramente consagrada a la oración y a la meditación de la pasión de Cristo. Fue elegida prelada, a pesar de su oposición. Su gobierno estuvo marcado por el signo de la suavidad, sólo se mostraba austera para sí. Durante varios años rigió la comunidad de Santa Catalina, pero ella se consideraba indigna para dirigir almas, y por ello decidió cambiar de Orden.
Renunció al cargo de abadesa para vivir en mayor soledad, decidió ingresar en el monasterio cisterciense de Aywières (Brabante) que se hablaba alemán, y ella sólo hablaba en francés. Así el silencio le sería todavía más real, sirviendo en los puestos más humildes a sus hermanas; su virtud era tal que quisieron elegirla abadesa, pero le pidió a María que no llegara este nombramiento, como así sucedió. Por inspiración de María, se dedicó, con la oración, y el ayuno, a la conversión de los albigenses. Tuvo muchos éxtasis místicos. Estuvo ciega los últimos once años de su vida.
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