(Herveo, Ervedo, Herbaldo, Herbot, Herviano).
Activo en el combate. Amargura.
Martirologio Romano: En Bretaña Menor, san Herveo, eremita, que, según la tradición, ciego desde su nacimiento, cantaba con gozo las maravillas del paraíso.
Aparte de san Ivo Helory, ningún otro santo es tan popular como él en Bretaña. Se dice que su padre fue el bardo san Houarnon y su madre la bella y pura Rivanona. Su padre fue expulsado de Inglaterra por los sajones y se refugió en la corte del rey franco Childeberto. Pronto fue apreciado por su música, pero como no estaba provisto de la adecuada cortesía, tuvo que abandonar la vida de la Corte, y después de dos años se trasladó a vivir a Bretaña. Aquí se casó con Rivanona, una joven huérfana, con la que tuvo un niño que nació ciego y lo llamaron Hervé, que significa “amargura”. Cada vez que el niño lloraba su madre le cantaba canciones y así el creció teniendo un gran amor por la música y la poesía.
Cuando murió su padre, Rivanona confió al niño a un santo hombre llamado Artian. Hervé después marchó a vivir con un tío suyo, que tenía una pequeña comunidad monástica en Plouvien, donde realizó trabajos en la factoría. Durante esta época, un día en que trabajaba el campo, salió un lobo del bosque y mató a su asno; Hervé unció al lobo a la carreta y éste reemplazó desde ese momento al difunto asno que estaba al servicio de Hervé.
Cuando su tío no pudo dirigir más la escuela, lo confió al cuidado de los monjes. Después de un tiempo tuvo la inspiración de trasladarse a la escuela de la abadía de San Pol de Léon, donde el obispo le propuso la ordenación presbiterial, pero él la rechazó humildemente. Con sus compañeros: su guía Guirano y el lobo, siguió su camino hacia Occidente y al borde del camino hacia Lesneven hizo surgir una fuente, que todavía hoy lleva su nombre, para sus compañeros sedientos. Al fin llegaron a Lanhouarneau (Finisterre, Bretaña) y allí fundó un monasterio, donde se quedó el resto de su vida, corría el año 540. Fue venerado por su fama de santidad y su oratoria. En los alrededores solían recurrir a él como si fuera un exorcista. Fue invitado, a pesar de que era un simple exorcista, a un concilio de obispos que se reunió en Menez-Bré.
Su sepulcro, situado en Finisterre, desapareció durante la Revolución francesa. Sobre sus reliquias se prestaba juramente solemne hasta 1610, cuando fue prescrito el juramente sobre el Evangelio. Se le puede confundir con san Hoardon. Tiene culto local.
Aparte de san Ivo Helory, ningún otro santo es tan popular como él en Bretaña. Se dice que su padre fue el bardo san Houarnon y su madre la bella y pura Rivanona. Su padre fue expulsado de Inglaterra por los sajones y se refugió en la corte del rey franco Childeberto. Pronto fue apreciado por su música, pero como no estaba provisto de la adecuada cortesía, tuvo que abandonar la vida de la Corte, y después de dos años se trasladó a vivir a Bretaña. Aquí se casó con Rivanona, una joven huérfana, con la que tuvo un niño que nació ciego y lo llamaron Hervé, que significa “amargura”. Cada vez que el niño lloraba su madre le cantaba canciones y así el creció teniendo un gran amor por la música y la poesía.
Cuando murió su padre, Rivanona confió al niño a un santo hombre llamado Artian. Hervé después marchó a vivir con un tío suyo, que tenía una pequeña comunidad monástica en Plouvien, donde realizó trabajos en la factoría. Durante esta época, un día en que trabajaba el campo, salió un lobo del bosque y mató a su asno; Hervé unció al lobo a la carreta y éste reemplazó desde ese momento al difunto asno que estaba al servicio de Hervé.
Cuando su tío no pudo dirigir más la escuela, lo confió al cuidado de los monjes. Después de un tiempo tuvo la inspiración de trasladarse a la escuela de la abadía de San Pol de Léon, donde el obispo le propuso la ordenación presbiterial, pero él la rechazó humildemente. Con sus compañeros: su guía Guirano y el lobo, siguió su camino hacia Occidente y al borde del camino hacia Lesneven hizo surgir una fuente, que todavía hoy lleva su nombre, para sus compañeros sedientos. Al fin llegaron a Lanhouarneau (Finisterre, Bretaña) y allí fundó un monasterio, donde se quedó el resto de su vida, corría el año 540. Fue venerado por su fama de santidad y su oratoria. En los alrededores solían recurrir a él como si fuera un exorcista. Fue invitado, a pesar de que era un simple exorcista, a un concilio de obispos que se reunió en Menez-Bré.
Su sepulcro, situado en Finisterre, desapareció durante la Revolución francesa. Sobre sus reliquias se prestaba juramente solemne hasta 1610, cuando fue prescrito el juramente sobre el Evangelio. Se le puede confundir con san Hoardon. Tiene culto local.
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