(it.: Annibale Maria Di Francia).
Gracia, beneficio de Baal.
Martirologio Romano: En Mesina, ciudad de Sicilia, de nuevo en Italia, san Aníbal María Di Francia, presbítero, que fundó la Congregación de Padres Rogacionistas del Corazón de Jesús y la de Hijas del Divino Celo, para rogar al Señor santos sacerdotes para su Iglesia y cuidar a huérfanos sin recursos.
Nació en Messina (Italia), en el seno de una familia de la nobleza; era hijo de los marqueses de Santa Catalina de Jonio. Fue ordenado sacerdote en 1882, cuando ya sus dos vocaciones específicas estuvieron bien definidas: la oración por las vocaciones sacerdotales y la opción por los pobres.
Cuando tenía 17 años, estando orando, tuvo una iluminación acerca del mandamiento de Jesús: “Rogad al dueño que envíe operarios a su mies” (Mt 9, 38). Y decidió ser apóstol del “Rogate ergo”, de la oración por las vocaciones. Y además el encuentro con un ciego en los barrios pobres de Messina, le decidió dedicarse al apostolado con los más pobres. Con el consentimiento de su Obispo, fue a habitar en aquel «gueto» y se comprometió con todas sus fuerzas en la redención de aquellos infelices, que, se presentaban, ante su vista, según la imagen evangélica, como «ovejas sin pastor». Fue una experiencia marcada por fuertes incomprensiones, dificultades y hostilidades de todo tipo, que él superó con grande fe, viendo en los humildes y marginados al mismo Jesucristo y realizando lo que definía: «Espíritu de doble caridad: la evangelización y la ayuda a los pobres».
En 1882 abrió un orfanato de niñas, y en 1883, el de niños, que los puso bajo el patrocinio de san Antonio de Padua. Empezó a recoger limosnas en su favor, el Pan de San Antonio. En 1886, pudo colocar el Santísimo en la humilde capilla del suburbio. Después de pasar el día mendigando para los pobres, se pasaba la noche en adoración ante el Santísimo. Para difundir la oración por las vocaciones promovió numerosas iniciativas, tuvo contactos epistolares y personales con los Sumos Pontífices de su tiempo; instituyó la Sagrada Alianza para el clero y la Pía Unión de la Rogación Evangélica para todos los fieles. Fundó el periódico “Dio e il Prossimo” que tuvo gran difusión, dedicado a pedir por las vocaciones gracias a la mediación de los santos patronos locales.
Después de varias visicitudes en las que no encontró la respuesta que esperaba de los consagrados para iniciar su ideal, en 1887, fundó los Rogacionistas del Corazón de Jesús y las religiosas Hijas del Divino Celo, promoviendo entre los fieles la conciencia de rezar intensamente por las vocaciones sacerdotales y la atención de lo pobres, especialmente en la obra asistencial para socorrer a los dañados del terremoto de 1908.
Grande fue el amor que tuvo por el sacerdocio, convencido que sólo mediante la obra de los sacerdotes numerosos y santos es posible salvar a la humanidad. Se comprometió fuertemente en la formación espiritual de los seminaristas, que el arzobispo de Messina confió a sus cuidados. Fue él mismo, el primero, en ser buen obrero del Evangelio y sacerdote según el corazón de Dios. Su caridad, definida «sin cálculos y sin límites», se manifestó con connotaciones particulares también hacia los sacerdotes en dificultad y las monjas de clausura.
Ya durante su existencia terrenal fue acompañado por una clara y genuina fama de santidad, difundida a todos los niveles, tanto que cuando el 1 de junio de 1927 falleció en Messina, la gente decía: «Vamos a ver el santo que duerme». Fue beatificado por SS Juan Pablo II en 1990 y canonizado por el mismo pontífice el 16 de mayo de 2004.
Nació en Messina (Italia), en el seno de una familia de la nobleza; era hijo de los marqueses de Santa Catalina de Jonio. Fue ordenado sacerdote en 1882, cuando ya sus dos vocaciones específicas estuvieron bien definidas: la oración por las vocaciones sacerdotales y la opción por los pobres.
Cuando tenía 17 años, estando orando, tuvo una iluminación acerca del mandamiento de Jesús: “Rogad al dueño que envíe operarios a su mies” (Mt 9, 38). Y decidió ser apóstol del “Rogate ergo”, de la oración por las vocaciones. Y además el encuentro con un ciego en los barrios pobres de Messina, le decidió dedicarse al apostolado con los más pobres. Con el consentimiento de su Obispo, fue a habitar en aquel «gueto» y se comprometió con todas sus fuerzas en la redención de aquellos infelices, que, se presentaban, ante su vista, según la imagen evangélica, como «ovejas sin pastor». Fue una experiencia marcada por fuertes incomprensiones, dificultades y hostilidades de todo tipo, que él superó con grande fe, viendo en los humildes y marginados al mismo Jesucristo y realizando lo que definía: «Espíritu de doble caridad: la evangelización y la ayuda a los pobres».
En 1882 abrió un orfanato de niñas, y en 1883, el de niños, que los puso bajo el patrocinio de san Antonio de Padua. Empezó a recoger limosnas en su favor, el Pan de San Antonio. En 1886, pudo colocar el Santísimo en la humilde capilla del suburbio. Después de pasar el día mendigando para los pobres, se pasaba la noche en adoración ante el Santísimo. Para difundir la oración por las vocaciones promovió numerosas iniciativas, tuvo contactos epistolares y personales con los Sumos Pontífices de su tiempo; instituyó la Sagrada Alianza para el clero y la Pía Unión de la Rogación Evangélica para todos los fieles. Fundó el periódico “Dio e il Prossimo” que tuvo gran difusión, dedicado a pedir por las vocaciones gracias a la mediación de los santos patronos locales.
Después de varias visicitudes en las que no encontró la respuesta que esperaba de los consagrados para iniciar su ideal, en 1887, fundó los Rogacionistas del Corazón de Jesús y las religiosas Hijas del Divino Celo, promoviendo entre los fieles la conciencia de rezar intensamente por las vocaciones sacerdotales y la atención de lo pobres, especialmente en la obra asistencial para socorrer a los dañados del terremoto de 1908.
Grande fue el amor que tuvo por el sacerdocio, convencido que sólo mediante la obra de los sacerdotes numerosos y santos es posible salvar a la humanidad. Se comprometió fuertemente en la formación espiritual de los seminaristas, que el arzobispo de Messina confió a sus cuidados. Fue él mismo, el primero, en ser buen obrero del Evangelio y sacerdote según el corazón de Dios. Su caridad, definida «sin cálculos y sin límites», se manifestó con connotaciones particulares también hacia los sacerdotes en dificultad y las monjas de clausura.
Ya durante su existencia terrenal fue acompañado por una clara y genuina fama de santidad, difundida a todos los niveles, tanto que cuando el 1 de junio de 1927 falleció en Messina, la gente decía: «Vamos a ver el santo que duerme». Fue beatificado por SS Juan Pablo II en 1990 y canonizado por el mismo pontífice el 16 de mayo de 2004.
No hay comentarios:
Publicar un comentario