(Enrique de Treviso, Rigo. it.: Enrico da Bolzano).
Señor del soto. Caudillo de la fortaleza. Bien nacido.
Martirologio Romano: En Treviso, en la región de Venecia, beato Enrique de Bolzano, carpintero y analfabeto, que entregaba a los pobres todo lo que tenía y ya al final, casi sin fuerzas, pedía lo necesario para vivir, no dejando de compartirlo con los mendigos.
Nació en Bolzano (Tirol), y aquí llevó la dura vida de un pobre artesano zapatero, durante sus primeros treinta años, donde contrajo matrimonio y tuvo un hijo, pero fue expulsado de su ciudad natal por los herejes a causa de su devoción. Vivió en Treviso, donde se ganó el pan como mozo de los recados y después como carpintero; era analfabeto. Sufrió la muerte de su esposa y de su hijo; distribuyó todas sus posesiones a los pobres; en su vejez vivió de limosnas, ya sin fuerzas, con otros mendigos. Sufrió en silencio las burlas de las gentes por su aspecto físico, bajito, de espaldas anchas, vestido de harapos, feo y un tanto contrahecho, su rostro tenía una expresión feroz aunque él fuera todo dulzura y paciencia.
Tanto en Bolzano como en Treviso fue notoria sus continuas visitas a la iglesia (en Treviso visitaba todas las iglesias de la ciudad todos los días) siendo además un ávido asistente a la Misa. Más admirable todavía era su vida penitente: dormía en una cama dura, usaba ropas ásperas y realizaba largas vigilias de oración.
Cuando murió, completamente solo en su cuarto, los trevisanos decían que había muerto un santo. A sus funerales asistieron muchísimas personas que fueron testigos de grandes prodigios. Durante todo el año posterior a su muerte miles de peregrinos visitaban la ciudad de Treviso, un obispo del comité investigador registró en muy poco tiempo trescientos cuarenta y seis milagros, la mayor parte fueron curaciones contadas por los testigos oculares. Su culto fue confirmado por el Papa Benedicto XIV el 23 de julio de 1750.
Nació en Bolzano (Tirol), y aquí llevó la dura vida de un pobre artesano zapatero, durante sus primeros treinta años, donde contrajo matrimonio y tuvo un hijo, pero fue expulsado de su ciudad natal por los herejes a causa de su devoción. Vivió en Treviso, donde se ganó el pan como mozo de los recados y después como carpintero; era analfabeto. Sufrió la muerte de su esposa y de su hijo; distribuyó todas sus posesiones a los pobres; en su vejez vivió de limosnas, ya sin fuerzas, con otros mendigos. Sufrió en silencio las burlas de las gentes por su aspecto físico, bajito, de espaldas anchas, vestido de harapos, feo y un tanto contrahecho, su rostro tenía una expresión feroz aunque él fuera todo dulzura y paciencia.
Tanto en Bolzano como en Treviso fue notoria sus continuas visitas a la iglesia (en Treviso visitaba todas las iglesias de la ciudad todos los días) siendo además un ávido asistente a la Misa. Más admirable todavía era su vida penitente: dormía en una cama dura, usaba ropas ásperas y realizaba largas vigilias de oración.
Cuando murió, completamente solo en su cuarto, los trevisanos decían que había muerto un santo. A sus funerales asistieron muchísimas personas que fueron testigos de grandes prodigios. Durante todo el año posterior a su muerte miles de peregrinos visitaban la ciudad de Treviso, un obispo del comité investigador registró en muy poco tiempo trescientos cuarenta y seis milagros, la mayor parte fueron curaciones contadas por los testigos oculares. Su culto fue confirmado por el Papa Benedicto XIV el 23 de julio de 1750.
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