Martirologio Romano: En la provincia romana de Asia Menor, san Máximo, mártir durante la persecución bajo el emperador Decio y de quien se dice que murió lapidado.
Era un mercader de Éfeso, que en el 250, cuando fue publicado el Edicto de Decio contra los cristianos, se presentó al juez declarándose cristiano y fue martirizado. Es uno de esos cristianos espontáneos, y así lo manifiesta "precisamente me he manifestado cristiano para salir, en fin, de esta vida miserable y temporal y alcanzar la eterna".
Era un mercader de Éfeso, que en el 250, cuando fue publicado el Edicto de Decio contra los cristianos, se presentó al juez declarándose cristiano y fue martirizado. Es uno de esos cristianos espontáneos, y así lo manifiesta "precisamente me he manifestado cristiano para salir, en fin, de esta vida miserable y temporal y alcanzar la eterna".
Sus «Actas» recibieron de Ruinart la calificación de «sincera», genuinas. Se trata de un diálogo «oficial» entre el procónsul Óptimo y Máximo, cristiano:
El procónsul Óptimo le preguntó su nombre y condición social. El mártir respondió: «Máximo. Nací libre, pero ahora soy esclavo de Cristo.»
Óptimo: ¿En qué te ocupas?
Máximo: Soy un hombre del pueblo y vivo del comercio.
Óptimo: ¿Eres cristiano?
El procónsul Óptimo le preguntó su nombre y condición social. El mártir respondió: «Máximo. Nací libre, pero ahora soy esclavo de Cristo.»
Óptimo: ¿En qué te ocupas?
Máximo: Soy un hombre del pueblo y vivo del comercio.
Óptimo: ¿Eres cristiano?
Máximo: Sí, aunque indigno de serlo.
Óptimo: ¿Estás al tanto de los recientes decretos de los invencibles emperadores?
Máximo: ¿Qué decretos?
Óptimo: Los que ordenan que todos los cristianos abjuren de la superstición reconozcan al verdadero y supremo príncipe y adoren a los dioses.
Máximo: Sí, conozco ese decreto del rey de este mundo y, por ello he venido a entregarme.
Óptimo: Ofrece sacrificios a los dioses.
Máximo: Yo sólo ofrezco sacrificios al Dios único, a quien me he sacrificado gozosamente desde la infancia.
Óptimo: Si ofreces sacrificios, te pondré en libertad. Si no, te condenaré a la tortura y a la muerte.
Máximo: Es lo que siempre he deseado. Si me entregué, fue precisamente para cambiar esta vida miserable por la eterna.
El procónsul mandó a los verdugos que azotasen a Máximo. Como esto no produjese ningún efecto, los verdugos le colgaron en el instrumento de tortura llamado el «potro». Pero como el mártir permaneció inconmovible, Óptimo pronunció la sentencia de muerte: «Máximo se ha negado a obedecer a la ley y a ofrecer sacrificios a la excelsa Diana: por ello, la Divina Clemencia (es decir, el emperador) le condena a ser lapidado para que su muerte sirva de escarmiento a los otros cristianos». Máximo fue apedreado fuera de la ciudad y murió mientras glorificaba y daba gracias a Dios.
Los hechos parece que ocurrieron en la persecución de Decio, hacia el 250, y quizás (pero con muy poca seguridad) en la ciudad de Lampsaco. Siempre será difícil para nosotros comprender, no ya el "ansia de martirio" (que se ha dado en todas las épocas) sino esta auto entrega a las autoridades, que se dio con bastante profusión en los primeros siglos, y que la Iglesia prohibió luego explícitamente.
Óptimo: ¿Estás al tanto de los recientes decretos de los invencibles emperadores?
Máximo: ¿Qué decretos?
Óptimo: Los que ordenan que todos los cristianos abjuren de la superstición reconozcan al verdadero y supremo príncipe y adoren a los dioses.
Máximo: Sí, conozco ese decreto del rey de este mundo y, por ello he venido a entregarme.
Óptimo: Ofrece sacrificios a los dioses.
Máximo: Yo sólo ofrezco sacrificios al Dios único, a quien me he sacrificado gozosamente desde la infancia.
Óptimo: Si ofreces sacrificios, te pondré en libertad. Si no, te condenaré a la tortura y a la muerte.
Máximo: Es lo que siempre he deseado. Si me entregué, fue precisamente para cambiar esta vida miserable por la eterna.
El procónsul mandó a los verdugos que azotasen a Máximo. Como esto no produjese ningún efecto, los verdugos le colgaron en el instrumento de tortura llamado el «potro». Pero como el mártir permaneció inconmovible, Óptimo pronunció la sentencia de muerte: «Máximo se ha negado a obedecer a la ley y a ofrecer sacrificios a la excelsa Diana: por ello, la Divina Clemencia (es decir, el emperador) le condena a ser lapidado para que su muerte sirva de escarmiento a los otros cristianos». Máximo fue apedreado fuera de la ciudad y murió mientras glorificaba y daba gracias a Dios.
Los hechos parece que ocurrieron en la persecución de Decio, hacia el 250, y quizás (pero con muy poca seguridad) en la ciudad de Lampsaco. Siempre será difícil para nosotros comprender, no ya el "ansia de martirio" (que se ha dado en todas las épocas) sino esta auto entrega a las autoridades, que se dio con bastante profusión en los primeros siglos, y que la Iglesia prohibió luego explícitamente.
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