31 de mayo de 2015

San FÉLIX DE NICOSIA. (1715 - 1787).

(Félix Amoroso. Jacobo Amoroso. it.: Felice da Nicosia).
Feliz, fértil, dichoso.

Martirologio Romano: En Nicosia, en Sicilia, san Félix (Jacobo) Amoroso, religioso, que después de haber sido rechazado durante diez años, finalmente ingresó en la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, desempeñando humildísimos oficios con sencillez e inocencia de corazón.


Se llamaba Giacomo y nació en Nicosia (Sicilia) en el seno de una familia humilde. Desde niño ejerció el oficio paterno de zapatero. A los veinte años pidió al superior del convento capuchino de Nicosia que intercediera ante el padre provincial para que fuera aceptado en la Orden como lego, pues, al ser analfabeto, no podía ser admitido como clérigo, y sobre todo porque ese estado correspondía más a su índole sencilla y humilde. No fue aceptado ni entonces ni a lo largo de ocho años, a pesar de sus repetidas solicitudes. Pero no perdió la esperanza. En 1743, cuando supo que el padre provincial de Messina se encontraba de visita en Nicosia, pidió hablar personalmente con él para exponerle su deseo. Al fin, el provincial lo admitió en la Orden.
En 1743, comenzó el noviciado en el convento de Mistretta y cambió su nombre por el de Félix. Destacó por su obediencia, por su sencillez, por su amor a la mortificación, por su paciencia y su dedicación a los pobres y enfermos. En 1774, después de su profesión religiosa, lo enviaron al convento de Nicosia. Desempeñó los oficios de despensero, cocinero, zapatero, enfermero, portero y, principalmente, limosnero. Cada día recorría las calles del pueblo llamando a las puertas de los ricos, invitándolos a compartir sus bienes, y a las de los pobres, para ofrecerles ayuda en sus necesidades. Siempre daba las gracias, tanto cuando le hacían donativos como cuando lo rechazaban de mala manera, diciendo: "Sea por amor de Dios".
Realizó todo con sencillez e inocencia de corazón. Aunque era analfabeto conoció bien la Sagrada Escritura y la doctrina cristiana, ya que gozó de buena memoria. Fue muy devoto de Jesús crucificado y de la Eucaristía. También tuvo una gran devoción por María. 
Aunque se encontrara débil o enfermo a causa de las duras penitencias y mortificaciones, siempre estuvo dispuesto a cualquier forma de servicio, sobre todo en la enfermería del convento. En 1787, después de una fiebre violentísima, pidió audiencia al padre Guardián; "¿Qué quieres hijo mío, la bendición de los moribundos? - También esa, respondió Félix- pero primero me tenéis que dar permiso para morirme". 
Fue beatificado por el Papa León XIII el 12 de febrero de 1888, y canonizado en Roma el 25 de octubre de 2005 por SS. Benedicto XVI.

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