(Eric. sue.: Erik IX “den Helige” Jedvardsson).
Rico de honor. Regidor eterno.
Martirologio Romano: En Upsala, ciudad de Suecia, san Erico IX, rey y mártir, que durante su reinado gobernó sabiamente al pueblo, veló por los derechos de las mujeres y envió a Finlandia al obispo san Enrique para que propagase la fe de Cristo, pero finalmente, mientras asistía a la celebración de la Misa, cayó apuñalado en una agresión de sus enemigos daneses.
Descendía de una de las más ilustres familias suecas los Jedvardsson. Se casó con Cristina, hija de Ingo IV, rey de Suecia. Rey de Suecia en el 1150 o 1141 elegido por los estados según la tradición de aquel reino. Su primera preocupación en este cargo fue velar por su propia alma, de manera que hizo muchas penitencias y ayunos según la costumbre de la época. Emprendió leyes para mejorar la situación de la mujer casada y difundió el evangelio por todo el país y fracasó al querer convertir Finlandia, aunque construyó muchas iglesias en este país y envió a san Enrique, obispo de Upsala, para que los evangelizara.
Impartió el mismo la justicia especialmente a los pobres a cuyas quejas estuvo siempre atento. Con frecuencia visitó a los pobres y enfermos y les hizo dadivosas limosnas. Contento con su propio patrimonio, no cobró impuestos. Entre sus subditos estaban los hijos de Belial que le escarnecieron por su piedad, ya que ellos eran idólatras. Apresado por los daneses después de una batalla librada cerca de Upsala, Magnus Henriksson lo asesinó, decapitándole, después de que dejara la iglesia donde había asistido a la Misa. Cuando le avisaron que habían entrado los daneses, él estaba en misa y dijo: “Dejadnos terminar el sacrificio, el resto de la festividad lo tendré en cualquier otra parte”. No está canonizado, pero es venerado por los suecos como tal. Patrón de Suecia y de Upsala.
Descendía de una de las más ilustres familias suecas los Jedvardsson. Se casó con Cristina, hija de Ingo IV, rey de Suecia. Rey de Suecia en el 1150 o 1141 elegido por los estados según la tradición de aquel reino. Su primera preocupación en este cargo fue velar por su propia alma, de manera que hizo muchas penitencias y ayunos según la costumbre de la época. Emprendió leyes para mejorar la situación de la mujer casada y difundió el evangelio por todo el país y fracasó al querer convertir Finlandia, aunque construyó muchas iglesias en este país y envió a san Enrique, obispo de Upsala, para que los evangelizara.
Impartió el mismo la justicia especialmente a los pobres a cuyas quejas estuvo siempre atento. Con frecuencia visitó a los pobres y enfermos y les hizo dadivosas limosnas. Contento con su propio patrimonio, no cobró impuestos. Entre sus subditos estaban los hijos de Belial que le escarnecieron por su piedad, ya que ellos eran idólatras. Apresado por los daneses después de una batalla librada cerca de Upsala, Magnus Henriksson lo asesinó, decapitándole, después de que dejara la iglesia donde había asistido a la Misa. Cuando le avisaron que habían entrado los daneses, él estaba en misa y dijo: “Dejadnos terminar el sacrificio, el resto de la festividad lo tendré en cualquier otra parte”. No está canonizado, pero es venerado por los suecos como tal. Patrón de Suecia y de Upsala.
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