(Pedro Ermengol).
Piedra firme. Roca.
Martirologio Romano: En Tarragona, ciudad de la corona de Aragón, san Pedro Ermengol, que durante un tiempo fue cabecilla de bandoleros y, convertido después a Dios, entró en la Orden de Nuestra Señora de la Merced, dedicándose con todas sus energías a rescatar cautivos en África.
Nació probablemente en La Guardia dels Prats, Tarragona. Hijo de la familia Moncada emparentada con los condes de Urgel. Como todos los señores de la época entre ellos había riñas, luchas..., en una de estas se ve envuelto Pedro, que al matar a un enemigo de su casa tiene que huir a las montañas; aquí pronto se hace jefe de un grupo de bandoleros que operaban en la sierra de Prades. Paradójicamente su vida entre maleantes y ladrones no le hacen olvidar sus oraciones a María ni el amor de la casa de su padre; estas plegarias le cambian el corazón e inesperadamente para todos los que le seguían, lo deja todo: se siente llamado a dar vida en vez de muerte e ingresó en la Orden de la Merced para rescatar cautivos en medio de la penitencia más austera. Entonces los mercedarios era una Orden secular.
En Murcia y Granada, Bujía y Argel. En ello estaba el año 1266. Visitó las mazmorras, consoló a los deprimidos, curó a los llagados, gastó un buen dinero en comprar a cuantos pudo, los más hundidos. Y cuando no quedaba ni un penique, descubrió unos 18 niños y muchachos que, entendió, se perderían si no los rescataba; ajustó su precio en mil áureos y se quedó en prenda de aquel dinero, que el fraile compañero había de aportar en el plazo de un año. Fue aquel un año intenso, el mejor de su vida: catequizó, animó, condolió, se convirtió en el paño de lágrimas de los cautivos. También clamó, vociferó, fustigó, insultó a los inicuos esclavistas. Mas pasaban los días, los meses ..... el compañero no volvía. Se venció el plazo, el año convenido. Los traficantes de Bujía, hartos de él, de sus bondades, de sus imprecaciones, creyéndose burlados, lo colgaron de un árbol. Muy luego accedieron otros frailes –que habían tenido dificultades en el mar- para realizar la redención anual y liberar su rehén; avisados de la desgracia, corrieron a la horca y encontraron que fray Pedro, después de tres días de ajusticiado, seguía vivo, por favor especial de la santísima Virgen cuya presencia el Ahorcado había experimentado. Se dice que a causa de los cordeles al cuello, mantuvo el resto de sus días la cabeza torcida, y en el cuello las señales de la horca.
Vuelto a Cataluña, se incorporó a una de las pequeñas comunidades, animando a los demás hermanos a la obra redentora durante cuarenta años. Murió en Santa María dels Prats en Tarragona. Allí era comendador por los años 1291 y allí se conserva la parte de sus huesos que no fueron quemados en 1936. Fue confirmado su culto el 28 de marzo de 1686 por el papa Inocencio XI.
En Murcia y Granada, Bujía y Argel. En ello estaba el año 1266. Visitó las mazmorras, consoló a los deprimidos, curó a los llagados, gastó un buen dinero en comprar a cuantos pudo, los más hundidos. Y cuando no quedaba ni un penique, descubrió unos 18 niños y muchachos que, entendió, se perderían si no los rescataba; ajustó su precio en mil áureos y se quedó en prenda de aquel dinero, que el fraile compañero había de aportar en el plazo de un año. Fue aquel un año intenso, el mejor de su vida: catequizó, animó, condolió, se convirtió en el paño de lágrimas de los cautivos. También clamó, vociferó, fustigó, insultó a los inicuos esclavistas. Mas pasaban los días, los meses ..... el compañero no volvía. Se venció el plazo, el año convenido. Los traficantes de Bujía, hartos de él, de sus bondades, de sus imprecaciones, creyéndose burlados, lo colgaron de un árbol. Muy luego accedieron otros frailes –que habían tenido dificultades en el mar- para realizar la redención anual y liberar su rehén; avisados de la desgracia, corrieron a la horca y encontraron que fray Pedro, después de tres días de ajusticiado, seguía vivo, por favor especial de la santísima Virgen cuya presencia el Ahorcado había experimentado. Se dice que a causa de los cordeles al cuello, mantuvo el resto de sus días la cabeza torcida, y en el cuello las señales de la horca.
Vuelto a Cataluña, se incorporó a una de las pequeñas comunidades, animando a los demás hermanos a la obra redentora durante cuarenta años. Murió en Santa María dels Prats en Tarragona. Allí era comendador por los años 1291 y allí se conserva la parte de sus huesos que no fueron quemados en 1936. Fue confirmado su culto el 28 de marzo de 1686 por el papa Inocencio XI.
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