Martirologio Romano: En la aldea de San José, del territorio Chilpancingo, en México, san David Uribe Velasco, presbítero y mártir, que en tiempo de persecución contra la Iglesia padeció el martirio por confesar a Cristo Rey.
Cuando se inició la persecución tuvo que huir con su obispo por mar en una barco que se hundió, donde se salvaron seis entre ellos, ellos dos, y pidieron auxilio en una casa, que al saber que eran clérigos, los denunciaron, pero una criada le avisó y pudieron huir no sin dificultades. Llegaron a Córdoba, y su obispo le animó a volver a su casa, que cuando llegó iba tan demacrado que su madre no le conocía. Vuelto a Chilapa, estuvo un año en Zirán y pasó luego a Guerrero y en seguida a Chilapa. Iba para allá cuando el general Díaz lo apresó y lo condenó a muerte, pero un tío suyo, oficial del ejército, lo liberó.
Pasó a su pueblo natal como párroco y aquí estuvo hasta 1922 ayudando a los heridos de los dos bandos; después pasó a Teloloapán, pero cuando a comienzos de 1923, el obispo de Tabasco renunció a su diócesis y se hizo párroco de Iguala, el padre David estuvo con él como coadjutor. Prácticamente el párroco era él. Adornado de notables cualidades humanas, tuvo un trabajo pastoral muy fecundo. “Siempre procuró hacer ver a sus feligreses cómo se puede unir inteligentemente la vida social con la vida cristiana”. Su gran actividad apostólica le atrajo el odio de la masonería de Iguala, por lo que tuvo que abandonar su parroquia.
Cuando en 1926 se cerró la iglesia al culto público, permaneció en la casa rectoral hasta que tuvo que buscar refugio en una casa particular. Pero lo persiguieron de tal modo que se marchó a Méjico D.F., y desde allí escribía cartas a sus fieles. Decidió volver a Iguala y en el camino fue detenido. El militar que le arrestó le ofreció todas las garantías y libertades si aceptaba ser obispo de la iglesia cismática creada por el gobierno de la República, a lo cual se negó con gran coraje. Fue enviado a Cuernavaca y de aquí a San José Vidal donde murió de un tiro en la nuca bendiciendo a sus verdugos. Fue canonizado por Juan Pablo II el 21 de mayo de 2000.
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