("el Africano”, “el Moro”, de Palermo, de San Filadelfio).
Bendecido. Decir bien de alguien.
Nació en San Fratello, provincia de Messina. Hijo de unos esclavos etíopes vendidos a un rico terrateniente siciliano, Vicente Manasseri, para que trabajasen en una propiedad cercana a Messina; Benito nació en San Fratello, cerca de Messina, y como sus padres, en esclavitud, pero dentro de la fe cristiana ya que sus padres se habían bautizado, y se sabe que cuando niño fue pastor. Su amo le dio la libertad y con cerca de veinte años se unió a un grupo de eremitas franciscanos observantes dirigidos por fray Jerónimo Lanza, convirtiéndose en un fidelísimo seguidor de Francisco en el eremitorio de Santa Domenica. La fama de santidad de este grupo de ermitaños atrajo a muchas gentes del lugar, y entre todos destacaba la virtud de Benito por sus penitencias, caridad hacia los pobres y sus dones taumatúrgicos. La comunidad se trasladó a un lugar solitario llamado Masseria Platanella, y de aquí pasaron a Mancusa, donde Benito fundaría un convento; también aquí su fama de santidad y taumaturgo atrajo a muchos fieles, por lo que se fueron a la soledad del monte Pellegrino, junto a Palermo, donde vivieron en condiciones extremas en unas cuevas; después fueron a al convento de la Virgen della Daina; a la muerte de fray Jerónimo, fue elegido superior de la comunidad y dio el hábito de Terciario franciscano a san Francisco de Paula. Volvieron al monte Pellegrino en 1550, donde vivieron en comunidad.
Después de que este grupo se dispersara, porque el papa Pío IV en 1562, consideró que no debía haber filiación respecto a la regla de franciscana e invitó a los religiosos e adscribirse a las Ordenes aprobadas. Benito fue aceptado como hermano lego en el convento de Santa María de Jesús de Palermo de la Orden franciscana, y como no sabía ni leer ni escribir le fue encomendado las tareas de la cocina. Fue un cocinero singular, por su admirable piedad, por su humildad y por su poder taumatúrgico. De aquí pasó al convento de Santa Ana Juliana, donde vivió feliz durante tres años, llevando una vida escondida y solitaria. Su singularidad se puso de manifiesto en 1578, cuando a pesar de ser sólo lego y analfabeto, se le eligió superior del convento de Santa María de Jesús de Palermo. Costó mucho convencerle de que aceptara, y luego más de un fraile se arrepintió, ya que hizo cumplir la regla franciscana al pie de la letra. Dirigió durante tres años la comunidad. Mas tarde fue maestro de novicios, y al parecer, otra vez cocinero, que era lo que él prefería. Tuvo fama de taumaturgo y de vida de santidad de manera que por donde pasaba las gentes se congregaban para verle. Murió a los 63 años. Fue canonizado por Pío VII el 24 de mayo de 1807. Patrón de Palermo.
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