(Adalferico, Alpherius, Alfiero, Alfier, Alfierio).
De noble linaje.
Nació en Salerno, de la familia normanda Pappacarbone de Salerno. Eligió la carrera diplomática y era embajador para el duque Gisulf de Salerno, cuando fue enviado como embajador ante el rey de Francia, pero al atravesar los Alpes, en la abadía de Saint Michele della Chiusa, cayó enfermo y prometió hacerse monje si curaba. Sanó, y la Providencia le hizo encontrar a su paso un joven monje francés, llamado san Odilón. Alferio estuvo varios años en Cluny, hasta que fue llamado por el duque Gisulf lo llamó nuevamente a Salerno para reformar los monasterios en esa región y para predicar a los suyos, aunque en un principio no tuvo fortuna; nadie le escuchaba, porque nadie cambiaba su vida.
Se volvió ermitaño en la Montaña Fenestra cerca de Salerno en el año 1011. Su reputación de santidad y sabiduría se extendió por toda la región, por lo que muchos estudiantes se acercaban a él, de entre ellos seleccionó doce, y fundó la abadía benedictina de la Santísima Trinidad de La Cava de los Tirrenos bajo la regla de Cluniacense. La abadía se volvió el modelo a seguir para otras fundaciones en la zona; esta red de casas se volvió una fuerza poderosa para la civilización y religión en Sicilia e Italia del sur. Pronto esta abadía contó con un centenar de casas afiliadas, y tuvo una gran influencia civilizadora en Italia meridional. Vivió hasta los 120 años de edad, y gobernó la abadía hasta el día de su muerte; ese día el celebro Misa y lavó los pies de sus hermanos, incluso el futuro Papa san Victor III. Se dice que Cristo se le apareció seis días antes de su muerte y que obró muchos milagros. León XIII confirmó su culto el 21 de diciembre de 1893.
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