Martirologio Romano: En Sebaste, en la antigua Armenia, pasión de los cuarenta santos soldados de Capadocia, que en tiempo del emperador Licinio se mostraron compañeros, no por razón de sangre sino por la fe común y la obediencia a la voluntad del Padre celestial. Tras cárceles y crueles tormentos, como el de tener que pernoctar desnudos al aire libre sobre un estanque helado en el más frío invierno, consumaron el martirio con el quebrantamiento de sus piernas.
El nombre de los 40 mártires son: Alejandro, Atanasio, Augías, Cándido, Cayo, Claudio, Cirilo, Cirino, Cudión, Domiciano, Domno, Ecdicio, Elio, Esmaragdo. Eunóico, Eutiques, Eutiquio, Ezio, Filoctemón, Flavio, Gorgonio, Heraclio, Hesique, Juan, Leoncio, Lisímaco, Meliano, Melitón, Nicolás, Prisco, Sacerdón, Severiano, Sisinio, Teódulo, Teófilo, Valente, Valerio, Vibiano y Xanteas.
Pertenecían a la famosa “Legión del Trueno”, que murieron en Sebaste (Armenia), siendo Licinio emperador. Formaban parte de la XIIª Legión, acuartelada en Armenia. Lisias era el general de las fuerzas y Agrícola el gobernador de la provincia. Al iniciarse la persecución, estos cuarenta soldados de diferentes nacionalidades, estacionados en Sebaste (actualmente Silvas, en Turquía), se negaron a ofrecer sacrificios a los ídolos y se presentaron como cristianos.
El gobernador intentó al principio hacerles entrar en razón, hablándoles del peligro a que se exponían si se negaban a obedecer al decreto del emperador y prometiéndoles un glorioso porvenir, si cedían. Como los mártires permaneciesen inconmovibles, el juez mandó que les dieran tortura y les arrojaran después a un calabozo. El gobernador, furioso ante la obstinación de los mártires, les sometió a un suplicio que él mismo había inventado. Como se sabe, en Armenia hace mucho frío, sobre todo durante el mes de marzo, época de los vientos del norte. Junto a las murallas de la ciudad había un lago helado. El gobernador Agricola mandó que llevasen allí a los mártires, desnudos y que preparasen junto al lago un baño tibio para los que cedieran. Sin esperar a que les despojaran de sus ropas, los mártires se desnudaron espontáneamente, animándose unos a otros con la idea de que una mala noche les iba a merecer la felicidad eterna. San Gregorio de Nisa asegura que los mártires agonizaron durante tres días y tres noches.
Sólo uno de los cuarenta renegó de la fe; pero la reacción que le produjo el agua caliente después del intenso frío le costó la vida y de esta suerte, perdió el bien que había tratado de salvar y la corona a la que había renunciado. Su defección afligió mucho a los otros, pero el cielo les consoló reemplazando milagrosamente al apóstata: en efecto, uno de los guardias, que estaba de descanso, se quedó dormido junto al fuego y tuvo un sueño muy extraño. Le pareció que estaba junto al lago, cuando súbitamente el cielo se pobló de ángeles, los cuales descendieron sobre los mártires, les vistieron de túnicas blancas y les coronaron. El soldado descubrió que sólo había treinta y nueve coronas. Aquel sueño y la deserción del apóstata le convirtieron instantáneamente. Por inspiración divina, se desvistió y fue a reunirse con los mártires, proclamándose cristiano en voz alta.
A la mañana siguiente, casi todas las víctimas habían muerto. El último en morir se llamaba Melitón, y su madre estaba presente y le cogió en brazos hasta que expiró, y entonces lo colocó junto a los cadáveres de sus compañeros.
Muchos escritores contemporáneos como Basilio, Gregorio de Nisa y Gaudencio de Brescia y Sozomeno, hablan de este grupo de mártires; y en Oriente son todavía muy venerados. Tal vez el hecho más notable relacionado con la memoria de esos campeones de la fe es el de la preservación del documento conocido con el nombre de «Testamento de los cuarenta santos mártires de Cristo». El texto griego fue publicado hace más de dos siglos, pero hasta muy recientemente no se reconoció su autenticidad. Se trata de una reliquia única y perfectamente genuina de la época de las persecuciones. Su culto universal ha sido suprimido en el 1960.
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