(Maud, Matelda, Mathildis, Matilda, Mectilda, Mectildis, Mehalta, Metilde).
Que lucha con fuerza.
Martirologio Romano: En Quedlinburg, en Sajonia, santa Matilde, esposa fidelísima del rey Enrique I, la cual, conspicua por la humildad y la paciencia, se dedicó a aliviar a los pobres y a fundar hospitales y monasterios.
Hija del conde Teodorico, nació en Westfalia. Pertenecía a la nobleza danesa. Se educó en el monasterio de Herford, donde era abadesa su abuela Matilde, del que salió, en el 909, para contraer matrimonio con Enrique I el Pajarero, duque de Sajonia. Diez años después, Enrique se convirtió en rey de Germania y ella, en su guía y consejera. Influyó en suavizar el violento talante del monarca. "Tu mitigaste mis cóleras y me apartaste a menudo de la iniquidad" le dijo en el lecho de muerte. Tendrá como hijos a Otón el Grande, emperador de Alemania; Enrique, duque de Baviera; san Bruno I “el Grande”, arzobispo de Colonia; Gerberga, esposa de Luis de Outremer, y reina de Francia; Eduvigis, madre de Hugo Capeto. Matilde y Enrique eran un solo corazón. "En ambos, dice un biógrafo, reinaba el mismo amor a Cristo, una misma unión para el bien, una voluntad igual para la virtud, la misma compasión para los súbditos y el mismo afecto entrañable para todos. Los dos merecieron las alabanzas del pueblo".
Los sufrimientos de la intriga política, purifican su entrega en las manos de Dios. Los pobres y las almas, los hospitales, los presos y los templos fueron sus preocupaciones constantes; especialmente durante su vida retirada en los monasterios de Engern, en Westfalia, y de Nordhausen en Turingia. A ella se debe la fundación de la abadía de Pochlde, y además los monasterios antes citados, también fundó, en 929, los monasterios de San Servacio y San Wicperto en Quedlinburg. Fue una mujer entregada a la oración, a socorrer a los pobres, y a visitar a los presos, preocupándose por cada uno de ellos, buscando siempre que se les aplicara la justicia más justa y suave, y en muchos casos procurando su libertad.
A la muerte de su esposo, en el 936, por una hemiplejía, los hijos lucharon entre sí para conseguir dominar uno sobre otro. Su generosidad hizo que sus hijos le quitaran las rentas acusándola de dilapidar el erario público. Ella no dijo nada, solamente oraba, y fue confinada por su hijo Enrique, al que había favorecido, en el monasterio de Engern. Su oración tuvo su fruto y sus hijos, arrepentidos le restauraron toda maledicencia. Se retiró como oblata benedictina al monasterio de Nordhausen. Murió a los 70 años en el monasterio de Quendlinburg, al que había acudido antes de morir.
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