Hombre audaz, valiente.
Nació en Rávena. Fue llamado "el Taumaturgo" por sus milagros. Fue ordenado presbítero en Rávena y, al poco tiempo de recibir su ordenación, fue elegido obispo de Catania (Sicilia). León se opuso, pero le obligaron a aceptar. Después de su resistencia se dedicó con todo su empeño en cumplir su misión apostólica. Se entregó a la reforma de costumbres, a la instrucción religiosa de sus fieles, a defender la verdad ante la herejía, al cuidado de todos. Fue muy querido por su erudición.
La historia de su vida está embellecida con muchas leyendas sobre su poder taumatúrgico. El más conocido de todos fue el que le sucedió con el mago Lindoro. Lindoro había sido primero cristiano pero luego, se entregó a las artes mágicas con fines ambiciosos. No sólo usaba de su magia para engañar sino que además causaba numerosos daños a los habitantes de la provincia. El emperador ordenó su traslado a Constantinopla para deshacerse de él, pero Lindoro logró escabullirse repetidas veces. No pudieron nada contra él. En cambio, san León, con su celo, constancia y santidad admirable, logró reducirle, y toda la comarca gozó de paz y tranquilidad. Este y otros prodigios, hicieron extender su fama.
De todas partes acudían para verle y oírle. Los emperadores consiguieron que fuera a Constantinopla, para escuchar sus consejos. Rigió la diócesis con verdadera santidad durante 16 años hasta su muerte. El pueblo lloró su muerte y su tumba fue muy venerada y convertida en lugar de peregrinación, antes que los árabes invadieran la isla.
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