Martirologio Romano: En la ciudad de Uchangfou, en la provincia de Hupei, en China, san Francisco Régis Clet, presbítero de la Congregación de la Misión y mártir, que durante treinta años, y en medio de grandes dificultades, anunció el Evangelio, pero, denunciado por un apóstata, después de una larga cautividad fue estrangulado por su condición de cristiano.
Nació en Grenoble, en el seno de un modesto comerciante de tejidos que había tenido 17 hijos. Ingresó en el seminario de los lazaristas de Lyon, y fue ordenado sacerdote en 1773. Ejerció con modestia y dedicación los cargos que le confió su Congregación, hasta que en el 1791 fue enviado a China: allí trabajó durante 30 años.
Su primera misión fue Kieng-shi, luego estuvo en el distrito de Hou-Kouang. Evangelizó tres inmensas provincias: Jiangxi, Hubei y Hunan. Miles de cristianos, diseminados por un vasto territorio, le esperaban. Muchos, a partir de 1784, se habían refugiado en las montañas como medio de esquivar las medidas hostiles. Muchos de ellos llevaban de 10 a 20 años sin ver a un sacerdote cuando se traslado para estar cerca de ellos. Su tarea era agotadora, porque muchas veces, después de largas caminatas, le esperaban horas de confesionario, predicación, bautismos, etc. Era un magnífico director de conciencias por su seguridad doctrinal y su buen conocimiento de las almas. Tuvo que ir de escondrijo en escondrijo, porque su cabeza estaba puesta a precio, y tuvo que aguzar el ingenio para escapar. Procuró conservar su vida porque veía que la presencia del misionero era vital para la conservación de la fe de los cristianos. Conservó, en medio de la huida continua, la paz interior y el buen humor. Vivía con gran pobreza y sencillez y era sumamente humilde.
Su primera misión fue Kieng-shi, luego estuvo en el distrito de Hou-Kouang. Evangelizó tres inmensas provincias: Jiangxi, Hubei y Hunan. Miles de cristianos, diseminados por un vasto territorio, le esperaban. Muchos, a partir de 1784, se habían refugiado en las montañas como medio de esquivar las medidas hostiles. Muchos de ellos llevaban de 10 a 20 años sin ver a un sacerdote cuando se traslado para estar cerca de ellos. Su tarea era agotadora, porque muchas veces, después de largas caminatas, le esperaban horas de confesionario, predicación, bautismos, etc. Era un magnífico director de conciencias por su seguridad doctrinal y su buen conocimiento de las almas. Tuvo que ir de escondrijo en escondrijo, porque su cabeza estaba puesta a precio, y tuvo que aguzar el ingenio para escapar. Procuró conservar su vida porque veía que la presencia del misionero era vital para la conservación de la fe de los cristianos. Conservó, en medio de la huida continua, la paz interior y el buen humor. Vivía con gran pobreza y sencillez y era sumamente humilde.
En 1818, al terminar la celebración de la Eucaristía y abrir la puerta para salir, se encontró con los soldados que le esperaban, tras haber sido delatado por un apóstata. Fueron dos años de prisión, torturas, interrogatorios. El martirio se le dio por estrangulamiento en una cruz, en tres tiempos, cada vez más fuerte, en el tercero, hasta morir. Le habían ofrecido vestidos nuevos para ir a la muerte. Prefirió los suyos habituales, sumamente pobres. Declaró: “Voy al martirio en actitud penitente.”. Se dirigió a los fieles presentes y les dijo: ”No abandonéis la fe…” Tenía 72 años y fue ejecutado en Houpe o Ou-Thang-Fu. Fue canonizado por Juan Pablo II el 1 de octubre de 2000.
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